Anoche conocí a un chico. Se llamaba Nicolás.
Alto, rubio, ojos claros, de traje. El traje siempre gana.
A él no le gustaba su traje. Él prefería jeans y una camisa. Rosa, seguro.
Ojo, no tengo nada en contra de los hombres que usan camisa rosa.
Hablando, con un cigarrillo en mi mano y un vaso en la suya, me contó.
De Avellaneda,
trabaja de administrativo,
cobra bien, trabaja tranquilo,
le gusta salir a tomar con sus amigos.
De repente apareció un amigo suyo. Morocho, tatuajes, también de traje.
Y huí. Realmente no sé por qué huí, pero lo hice. Después de todo, estaba intentando encontrar una excusa para no irme, pero lo hice igual.
Y así, en el taxi que fue mi carroza que me llevaba a mi mundo mundano normal (la redundancia es super a propósito) pensé que no quiero un Nicolás.
Hace 10 meses la idea de un chico rubio, lindo y en traje hablándome y dándome bola me hubiese volado la cabeza. ¿Yo? ¿A mí me viste? ¿Qué me viste? Pero ayer... Ayer realmente no me importó. Realmente no quiero la atención de gente así y me dí cuenta de la manera más rara.
Volviendo a mi mundo de rol, donde soy un bardo que canta mientras la humana que tira de las cuerdas se pelea sobre auras, caí en que no quiero lo que todos consideran "lo normal."
Me harté de "lo normal."
¿Qué hay de lindo en salir a embriagarse y levantarse a gente de la cual después no me acuerdo el nombre?
¿Qué tiene de atractivo conocer a un chico lindo en un bar que resulta que tiene novia?
Lo lindo lo tiene lo otro... lo que recién ahora estoy empezando a conocer.
Quiero conocer más.
No quiero al chico que quería antes.
No quiero al de traje (Mentira. Tirale un traje a un nerd y me sigue volando la cabeza.) que esta en un bar a las 12 de la noche simplemente porque es Viernes, que está pensando en adónde ir a bailar al día siguiente.
No quiero al administrativo con auto, P.H. y una Mac.
Estoy empezando a pensar que por ahora no quiero nada.
O al menos, no quiero nada que pueda tener (no por circunstancias actuales, sino por la vida misma que la complica).
Quiero al Filósofo que se me acercó en un bar a hablar de teología y se quedó conmigo hasta que cerraron las puertas charlando de causalidad y casualidad y cosas por el estilo.
¿Está mal?
A veces me siento tan mina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario