domingo, 20 de enero de 2013

The Strokes es un soundtrack para el sexo

- ¿Me querés?
- Podría llegar a hacerlo.
- Y ahora, ¿me querés?
- Te deseo.

La habitación olía a decadencia y sexo, con un dejo de alcohol. Las cenizas descansaban en montañas en el cenicero sobre la mesa de luz, como recordatorios del ardor que los había quemado tan sólo minutos atrás. Las prendas esparcidas por la habitación: pistas de un crimen los dos todavía podían saborear.
Una ilusión de luz se colaba entre los agujeros de la persiana, invitando a una brisa dulce que perforaba su piel y, poco a poco, escabulléndose en su cuerpo, la arrebataba del mundo y arrastraba a la realidad.
Dos copas, tal vez borrachas ellas mismas por el vino servido y arrebatado de sus cuerpos, volcadas sobre la mesa, sangrando sus últimas gotas.

- Ahora, ¿me querés?

Deseo mi corazón en tus manos, con la confianza de los hombres más sabios; de tu Dios; de aquel que sabe adónde va y cómo volver; de quien siente tu corazón golpear esas rejas que vos pusiste a su al rededor, y atravesar paredes de piel y sudor, cantando latidos extasiados. Deseo tus ojos clavados en mi mente al salir el Sol, sirviendo de refugio para los recuerdos de noches como hoy, como ayer, como tantas otras debería de haber.
Deseo mi vida en tus labios, y tu cuerpo en el mío; Deseo ver tus palabras escribir en el aire con colores la historia de mi vida, con la fluidez del humo que sale de tu boca y tan pronto, sin remordimientos, deja de ser tuyo y se convierte en tan mío como del mundo. 
Deseo tu punto final a mis noches, y tu sonrisas pisando los frenos de mis lágrimas que hasta conocerte eran tan constantes en la vida. Deseo tu pelo escribiendo tu nombre en mi cuello.
Deseo un principio, y un derecho a demandar poder elegir si la novela merece un fin. Deseo tus holas, y que nunca dure mucho un chau. Deseo la distancia siendo tan enemiga tuya como mía. Deseo el peso de tus alegrías, y el alivio de tu ira. Deseo el remedio a esta enfermedad que tu espíritu me contagió.

- Te deseo.

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