Todos me dicen que soy fuerte.
¿Fuerza? ¿Qué es eso?
Desde que tengo quince años más o menos, por ahí con el primer corte o la pelea con mi viejo que me llevó a tomar medidas drásticas e insalubres contra mí misma, siento que la perdí.
No soy fuerte. Realmente no creo que haya sido eso lo que me sacó de mis pozos.
La depresión es algo fuerte. Es ella la que tiene y ejerce la fuerza.
Cuando hablo de depresión, de sentirte en un vacío o sentirte consumido por el vacío mismo, todos me dicen lo mismo: soy fuerte, pude salir. Algunos me dicen que es por eso que me hablan al respecto: porque pude salir, y ellos están adentro todavía.
Es mentira. No salí. Simplemente vivo con un pie afuera, si lo podemos llamar así.
Hoy en día, hace meses no me corto. Como cuatro para ser un poquito más exactos. Honestamente, dejé de llevar la cuenta. Antes contaba meses, semanas, días y horas. Ya no.
No me corto y punto. Como, y punto. No vomito, y punto.
Es como espero que sea con el dejar el cigarrillo: cuando empezás, es difícil. Cada segundo que pasas sin el vicio, lo contás. Lo atesorás. Es tuyo y tuyo sólo y es un logro. A medida que los segundos son minutos, y los minutos horas, y las horas días y demás, ya no es tanto un logro. El logro se hace rutina. Tanto como antes era rutina perder.
Sí, se hace rutina ganar.
Por eso creo que no es la fuerza la que me hizo sacar un pie. O tirar la soga, o usar una escalera, o empezar a caminar derecha -llámenlo como quieran-. Fue la rutina.
La depresión tiene una manera bastante interesante de alojarse adentro nuestro. Nos deja en un vacío metafórico que eventualmente nos hace sentirnos como el vacío mismo, sólo que ese vacío, por más mal que haga, se siente cómodo.
Sí, no hay nada. Pero tampoco hay algo.
La depresión es una adicción. Te sentís mal, por lo cual no salís, y a la quinta semana que no salís, no querés salir porque sabés que si lo hacés, vas a tener que remarla para no volver a entrar. Así que te quedás. La ley del menor esfuerzo.
En esa nada misma estás solo. Te sentís solo. Sos solo.
Te asquea ser y estar solo.
Pero también te alivia no estar acompañado, porque todos sabemos y creemos que mejor solo que mal acompañado.
Se hace rutina estar así, tanto como se hace rutina tomar el mismo colectivo todas las mañanas para ir al trabajo o a la facultad, tanto que cuando hay un paro, suena ridículo e insólito tener que considerar una ruta alternativa.
Hasta un día. Un día, te hartás de tu rutina. Hay sol, o no llueve tanto. Alcanza para que por un segundo tu mente decida que capaz caminar una cuadra de más, no sea una locura.
Funciona igual con la depresión. No es fuerza. Es hartazgo.
Un día te levantás, y tus neuronas pelotudas que no estaban haciendo bien las cosas por error o distracción o con ayuda, te llenan el cuerpo de hormonas locas a las cuales no estás acostumbrado y decidís hacer algo.
Salís. Salís y cuando estás afuera y tenés que volver, te das cuenta que hay algo más afuera. Sí, hay asco y duele y quema y no es vacío. Extrañás el vacío, capaz. Pero extrañas no ser vacío.
Así que decidís no serlo. No ese día. Y si las hormonas ayudan, tampoco el siguiente. Y así hasta que sea rutina para tus neuronas y para vos y para el vacío, que deja de gritarte al oído que vuelvas. Sí, lo seguís escuchando.
Lo escuchás en el coro de tu canción favorita; y lo escuchás en la lluvia que rebota en el toldo de aluminio de la casa de al lado; y lo escuchás en la voz de la persona que te rompió el corazón. Lo escuchás, pero no grita. Ahora te habla. Te habla hasta que te deja de hablar y te susurra.
Algunos días vuelve a gritar. Pero la mayoría de los días no.
Y así, la rutina es no escuchar al vacío. La rutina vuelve a ser bañarte, servirte café, mirar la pc, hablar con gente, ir a trabajar, comer, volver, limpiar, jugar, cocinar, lavar, comer, pc, bañarte, dormir y repetir.
No es fuerza. Es inercia.
Insisto, la fuerza la tiene la depresión. Fue tan fuerte, que te sacó ella misma.
Sí, hay algo de logro en vos. Es una victoria, no te lo quito. Pero no me siento fuerte.
Me siento yo.
No necesito que me digan que soy fuerte. No necesito que me remarquen mi victoria. Me alcanza con saber que, hoy por hoy, soy yo.
No soy vacío.
Soy despertarme,
tomar café,
agarrar la pc,
vestirme,
jugar con el perro,
levantarme,
almorzar,
volver a la pc,
limpiar,
jugar,
hablar,
salir,
cenar,
limpiar,
bañarme,
dormir.
Con eso me alcanza.
¿Fuerza?
No.
Juli.
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