sábado, 12 de enero de 2013

De amores y motores

Creo que mi fascinación con las motos empezó cuando salía con Marcos. A él, lo odiaba; su moto me encantaba. Hubiese ido hasta su casa en provincia más veces de las que fui por esa moto. El sexo era mediocre, él era peor, pero su moto... Su moto era brillante.
Y creo que mi odio por los autos empezó con Juan. A él lo amaba, su auto me odiaba a mí. Intentando encontrar ángulos complejos para evitar la palanca incrustada en las costillas, queriendo silenciar su motor cuando llegaba tarde a lo de mis padres... De a poco el odio fue una cosa bilateral.
Capaz era que era un auto nuevo. 2008, Volkswagen, Modelo nuevo, plateado, hermoso. Incómodo.
¿Su moto? Negra, brillante, hermosa, con el ruido del motor que me ronroneaba al oído y me hacía casi ignorar lo completamente opuesto que él era.

Vos sos un modelo viejo. Una de esas motos que ves por la calle y te gritan que tenés que tenerla, aunque sabés que nunca vas a poder.
¿Y yo? Estoy peleando seriamente el impulso de llamarme un auto usado. Capaz soy como el Ford Escort del 94 que tengo heredado.

Les dejo a uds hacer las conclusiones.

Últimamente hay muchos chicos con motos.
Basta, Juli. Las motos te dan miedo.

Pero hay algo en el miedo...

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