jueves, 27 de septiembre de 2012

Lo nuestro empezó como un juego, una partida de batalla naval.
Vos con tus miedos, yo con mi odio, a ver quién hundía más.
Terminó en guerra, era imposible de evitar.
Usamos las palabras como armas,
las inseguridades como escudo,
y apuntábamos directo al corazón para matar.

domingo, 23 de septiembre de 2012

2.0

Sos la gota que derramó mi vaso, la piedra en mi zapato. Fuiste el villano en mi historia, y yo te confundí por un príncipe enmascarado. Te pensé, equivocada, como un descanso. Fuiste una piedra obstruyendo el paso. Hasta el día de hoy te tengo marcado. Tatuado en mi piel y grabado en mis párpados. Sos una mancha en mis palabras; la niebla que nubla la vista al mirar hacia el futuro que, después de vos, me he ganado.
Podría odiarte, pero no lo hago. 
Sos condescendencia y sos error. Sos llanto y sos dolor. Llevo las cicatrices de tu guerra en mi corazón. Sos el crimen, la sentencia y la condena, pero más que nada una lección.
Que no se mueva no significa que esté muerto. Que brille no lo hace oro.
Todos somos lobos.
Hay sapos que, aún besados, siguen siendo sapos.

It's a colorful ditch to begin with

A veces, las mejores ideas o conclusiones llegan a mí cuando estoy ebria. Sé que suena iluso y probablemente cualquier cosa que salga de mi cabeza alcoholizada sea gravemente dañina para el bienestar de mi persona hablando a futuro, pero no. A veces funciona al revés porque, al estar con un cierto nivel de alcohol en sangre. borro la parte de mí que pone a todos como prioridad por encima mío y me permito ser egoísta y pienso las cosas como yo las quiero y como yo las necesito.

Bueno, ayer fue así.

sábado, 22 de septiembre de 2012

Racionalidad aplicada a cuestiones del corazón

A veces sumo dos mas dos, esperando que de cinco. Eventualmente voy a poder doblar los números y la realidad y lograrlo, pero hoy no. Hoy estoy segura de que mi respuesta va a ser la de siempre.
Es un patrón. Es lógica pura. Es racionalidad aplicada incorrecta e injustamente a cuestiones del corazón. Hay una ecuación, en la cual nosotros somos las variables que ordenan los puntos en el plano y le dan lugar a la misma parábola de siempre. Porque todas las parábolas son semejantes; es únicamente la escala la que crea la ilusión y le da otra apariencia para diferenciarlas entre sí.

Hoy me quedo con la ilusión de que esta parábola es diferente.
Hago de cuenta que no sé cómo terminaré de graficarla por más que sé dónde cae cada punto en el eje de coordenadas.

Hoy cierro los ojos y grito, como estúpida, que a veces dos mas dos puede ser cinco, porque el cuatro es un número ya demasiado conocido, y no quiero volver a sufrirlo.
Porque lo racional,
lo calculado,
lo medido,
lo correcto,
siempre me deja tirada en lo negativo.

O capaz es al revés.

domingo, 16 de septiembre de 2012

El mito de la caverna.

A veces pienso que es injusto que yo esté acá. A los quince años empecé con la depresión y desde entonces no pude escapar. Suena realmente injusto. La depresión parece ser algo que, de ocurrir, debería ser sufrida únicamente por gente grande, gente que se ha dado el gusto de vivir y se ha equivocado y ha tomado malos caminos a consciencia de lo que hacía. Pero, ¿a los quince? Realmente no recuerdo haber tomado tan malas decisiones a nivel consciente. Mis equivocaciones siempre fueron errores que yo no decidí cometer, sino que me enseñaron que tenía que hacer. ¿Por qué ser castigada por algo que, de haber podido elegir, no habría hecho? Suena injusto, o al menos lo hace cuando me lo explico a mí misma en voz alta. Aún al día de hoy, estoy castigada a vivir con esa(s) enfermedad(es) que adquirí a tan temprana edad. Realmente no recuerdo haberme mandado una cagada de tal dimensión a consciencia de lo que hacía como para recibir tal castigo. Pero la verdad es que tengo que vivir con lo que tengo, que es esto. Sea injusto o no, es lo que me fue dado, con lo que crecí. Me acostumbré y lo doy por sentado. Haga lo que haga, la depresión siempre está en mí. La anorexia y los cortes siempre van a ser mi primera respuesta, aunque al final termine optando por otra menos dañina. ¿Por qué? Porque son un mal conocido. Llevo años cavando un pozo. A veces siento que me acerco a la salida, pero justo entonces me agarro de una piedra suelta sobre la pared y caigo nuevamente.
Ayer pensaba sobre esto, y sobre lo importante que es pedir ayuda. Es más fácil salir de un pozo profundo si alguien te tira una soga, que intentando trepar por las paredes débiles que uno mismo construyo en el viaje. Pero la cuestión es, ¿podría realmente salir?
No sé si la conocen o se acuerdan, pero ayer, intentando responderme esto, pensé en la alegoría de Platón. Básicamente, esta alegoría es la historia (ficticia) un grupo de personas que vivieron toda su vida encadenados de los pies y el cuello en oscuridad, siendo forzados a mirar fijo a una pared, la pared contraria a la de la salida de la cueva. En esa pared ellos veían las sombras de objetos extraños y de los hombres libres que caminaban por la caverna, cortesía de una hoguera que estaba lejos de donde los prisioneros estaban. Habiendo sido criados en la oscuridad, sólo conociendo esas sombras y hasta atribuyéndoles a las sombras mismas las voces de los hombres de la caverna, realmente era inconcebible una realidad más allá de eso. Un día, por alguna razón, uno de los prisioneros es liberado y obligado a caminar hacia la luz y ver la verdad detrás de todo lo que antes conocía como verdadero. Siendo obligado a fijar su vista sobre la luz, los ojos le duelen al principio y le toma una cantidad de tiempo importante acostumbrarse a lo que ve.
Mi miedo es ese. Llevo tanto tiempo viviendo en un espacio chico, oscuro, siendo prisionera de mí misma, que tengo miedo de salir y que lo nuevo me ciegue. Tengo miedo de no poder acostumbrar los ojos y fallar, y en última instancia volver a mi prisión auto-impuesta y que eso tampoco se sienta verdad.

martes, 11 de septiembre de 2012

Sé que esto va a sonar a una forrada, pero es verdad. 
A veces veo que la gente se queja tanto de tantas cosas que tranquila y fácilmente podrían cambiar, y me dan ganas de atravesar un vidrio con su cabeza. 
Yo sé que he estado en esa posición en el pasado, pero bueno... Hice algo. No siempre hice lo correcto, pero lo hice.
Cuando me creía gorda, recurrí a la anorexia. Cuando me odiaba a mí misma, cambié las cosas que me hacían odiarme. Cuando me harté de la gente que me rodeaba, me alejé o las empujé de mi vida. Cuando tuve problemas con mi dependencia, busque los medios para lograr escaparme. Cuando tuve problemas con mis viejos, conseguí un trabajo, gané plata y me mudé.
Cuando tuve problemas con el alcohol, lo dejé. Cuando descubrí que cierta gente era mala influencia en mi vida, dejé de dejar que me cambiaran o las erradiqué.
Insisto, no digo que haya tomado las mejores decisiones de vida. Me gustaría haber empezado a hacer dieta y ejercicio en vez de recurrir a la anorexia. Me gustaría no haberme empezado a cortar para tocar fondo y descubrir qué era lo que quería cambiar. Me gustaría no haber dejado que cierta gente entrara a mi vida. Me gustaría no haber recurrido al alcohol en primera instancia. Me gustaría haber podido mencionar la palabra "alcoholismo" antes. Tantas cosa me gustaría haber hecho diferentes. Pero al menos sé que hice algo.
La decisión es de cada uno de nosotros. Podes dejar que la vida te siga golpeando, o podes pararte y frenarlo de a poquito. Sos fuerte, seas quien seas. Toma tiempo; no pasa por arte de magia, pero se puede. Se puede salir a flote. Se puede aunque sea llegar al estado de conformidad hasta que puedas al menos contemplar la idea de la felicidad. Pero si nosotros no decidimos cambiar las cosas, no podemos esperar que cambien solas. Si las cosas siguen igual, es por falta de voluntad para que dejen de serlo, así que no vale quejarse de algo más que de nosotros.
Te falta calle, mi amor.
Te falta vida
Te lo digo así porque aparentemente es la única manera para que me prestes atención.
Porque hablarte a vos es hablarle a oídos sordos.
Hay ciertas cosas que me colmaron la paciencia,
cierta gente incluso me atrevería a decir.
Calmate un toque, cariño.
Hay cosas muchísimo peores. 
No te ahogues en un vaso de agua que en realidad es una gota. 
Dale la espalda a las pelotudeces que te agobian.
Me cansé.

Just go with it

No lo iba a subir, pero bueno, las circunstancias lo ameritan.

Éste es para mí, en nombre de todos ellos. 
En nombre del olvido que no olvida
y el pasado que piso todavía con cada paso que camino. 
Es en nombre de aquel monaguillo que me dio historias para contar en fiestas de por vida. 
En nombre de aquel pan de Dios, 
ayuda Divina que llegó cuando me había dado por vencida. 
Es en nombre de él que hoy uso el slogan pelotudo de L'Oreal y me digo: Yo lo valgo. 
Es en nombre de aquel lobo estepario (sí, incluso de él)
que con sus inseguridades, sus traumas y sus heridas me pasó por encima, 
cuyo nombre empieza con G y termina con O 
y debo admitir que es lo que mejor aplica porque si hay algo que puedo decir de él
es que me jedeó.
Es en nombre de los kilómetros viajados a escondidas por un par de cogidas. 
Es en nombre de aquel pobre corazón que no tuvo mejor idea 
que llamarme su princesa y profesar su amor en la primera salida.
En nombre de aquel trabajador público que me ganó en un bar hablandomé de filosofía. 
Esto me lo digo en nombre de mi ya alcanzada y destruida utopía.
En nombre de aquel chico que hizo de nuestra historia una película;
aquel que me sacó de la cornisa y me enseñó su amor con dulces melodías. 
En nombre de aquel que no hace mucho me dijo que quería amar como me había amado a mí,
a otra chica. 
Es en nombre de mi por siempre peor víctima: 
aquel que por error o simpatía no me vio como otra más en un mundo de minas. 
En nombre de su perseverancia, el alcohol, el porro y nuestras noches compartidas. 
Es en nombre de aquellos que usualmente olvido, 
cuyos nombres y rostros se perdieron en un el torbellino de noches con de todo un poco, menos alegría.
Y, finalmente, es en nombre de él:
aquel que recorre con sus dedos mis heridas, 
que conoce todos mis mambos habidos y por haber y me cuida;
aquel que fiché en el mundo mágico de Internet
y que día a día sacude mis estanterías. 
Así que éste es para mi, en nombre de todos ellos. 
Para que la próxima noche en que mis inseguridades y mis miedos me dejen recluida,
recuerde que el ya gastado dicho tiene su cuota de razón:
siempre hay un roto, incluso para esta descocida. 


Visitas.

Hola, inseguridades. No las extrañé. ¿La pasaron bien? Mil disculpas que les costó entrar por la puerta; es que la trabé. O eso intenté... Las ventanas, de hecho, también. Y sí, perdonen, también las bloqueé en Internet. Es sólo que sin ustedes me iba tan bien. No, no. No es que odie ver la realidad; es que ustedes tampoco me la dejaban ver. Pero bueno, pusieron sus trampas bien ubicadas y me hicieron caer. Está bien, sé admitir mis fallas cuando me toca perder. Sí, les pido perdón. ¡Pasen, pasen! Perdón que no limpié... Es que, mientras se fueron, aproveché. Pero no se preocupen; les hago un lugar, eh. Pueden acomodarse por acá adentro, si quieren. ¿Ok?
Quiero escribir algo pero no me sale.
Curtite, pelotudo.
Oh-oh! Me salió.
Mañana explico.

lunes, 10 de septiembre de 2012

El día se acerca, casi tanto que ya puedo empezar a contar las horas. El tiempo pasa y yo me limito a tener miedo. Parte de mí dice que debería sufrirlo; la otra parte, que debería de festejarlo.
Ya casi pasó un año. ¿Estará el día marcado también en su calendario?
Ojalá no me acordara, pero me acuerdo. Me acuerdo de qué pasó, cómo, cuándo y dónde. Me acuerdo de la resignación y el decline.
No sé cómo será en cuestión de días, pero hoy gana la parte de mi que se alegra.
Pasó ya casi un año. Un año entero. Trescientos sesenta y cinco días en los que la gran mayoría pasé sufriendo. Trescientos sesenta y dos días, para ser exacta... ¿Cuántos de esos pasé pensando en y previendo este día?
Hoy festejo su ausencia. Hoy lo considero una victoria simplemente por el hecho que pasé por tanto en estos trescientos sesenta y dos días que me alegra (y me sorprende) estar acá viva.
Te sobreviví. Nos sobreviví. Y planeo seguirlo haciendo.
No por vos, sino por mí. No quiero una vida conformista, pensando en lo que podría haber sido mejor.
Gané la pelea. Cerré la puerta. Todavía lo quiero, pero no conmigo.
Hoy festejo en nombre de aquella chica pelotuda que fui en nombre de él: la que salía seis veces a la semana, la que ahogaba las penas con alcohol, la que borraba su nombre con drogas, y la que volvía a escribirlo con sangre. Hoy festejo porque viví un infierno y sigo soñando despierta, por más que hace trescientos sesenta y dos días la vida me haya dado todas las razones para creer que no había por qué.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Se feliz.

Que feliz sos más lindo.

On the bright side.

Me voy a concentrar en las cosas buenas por unos minutos, si la vida me lo permite. Ejerciendo la fuerza que tengo, voy a pensar en lo lindo de la vida y ahuyentar lo feo, simplemente porque puedo. Está en uno hacer de un día uno bueno... ¿No? ¿Empezamos?

Empecemos.

Me gusta el crujido de las hojas de otoño bajo mis botas, y apagar un cigarrillo fríamente con el taco de mis zapatos. Me gusta sentir el humo de un café recién hecho en la nariz, y respirar y oler dentro de la taza. Me gusta despertarme cinco minutos después de que sonó la alarma por mi cuenta. Me gusta despertarme a un mensaje de texto con palabras escritas que no tienen nada que ver con nada. Me gusta dormirme sintiendo la respiración de alguien en mi cuello. Me gusta sentirme a salvo entre los brazos de alguien. Me gustan los recuerdos de algo lindo que se convirtió en algo feo cuando me hacen sonreír y agradecer por lo que actualmente tengo. Me gusta sigilosamente colar papeles en las pertenencias de mis amigos o mi pareja con mensajes lindos y que sepa que van a robarles una sonrisa. Me gusta escuchar música viajando en el subte y cantar soñando despierta con tener una banda. Me gusta cerrar los ojos e imaginarme mi película o un videoclip. Me gusta soñar con publicar mi libro ya escrito. Me gusta mirar a mi perro cuando se tira en frente mío para que le haga mimos tras un día entero de no vernos. Me gusta abrir la heladera y que esté llena. Me gusta cuando tengo antojos a las tres de la mañana y abro un cajón y tengo un chocolate. Me gusta sentarme en un bar, cerca de la ventana, y mirar a las personas pasar e imaginarme a dónde van. Me gusta escuchar los ruidos de la ciudad a la noche, tranquila. Me gusta sentarme en mi balcón a las cinco de la mañana, cuando todavía está oscuro el día, y mirar cómo las calles están prácticamente vacías. Me gusta pensar en momentos así cómo hay ciertas cosas que no se detienen por más que no haya nadie que las admire o las espere, como los semáforos cambiando de rojo a amarillo y finalmente a verde por más que no haya un auto en la esquina de enfrente. Me gusta que jueguen con mi pelo. Me gusta ponerle ocho cucharadas de azúcar a una taza grande de café y no poder tomarme lo del fondo porque es demasiado dulce. Me gusta cuando me despierto temprano y me sorprenden con un café y medialunas. Me gusta tirarme acompañada en una terraza a mirar el cielo en silencio y sentir, preferentemente, el hilado de una frazada en mi espalda y mis brazos. Me gusta el ruido de la lluvia sobre un toldo. Me gusta cómo la luz se cuela por entre los agujeros de las persianas americanas. Me gusta cuando una canción me despierta en medio de un viaje largo y se asegura de que mi día empiece bien. Me gusta vestirme como oficinista una que otra vez. Me gusta el vodka y el ron, y tomarme cinco shots seguidos por el enojo en una noche y que nadie me juzgue (es posible). Me gusta tirarme en una bañadera llena con espuma con una copa de vino o coca en mano y una buena lista de reproducción sonando. Me gusta llorar en la ducha. Me gusta cantar en la vía pública. Me gusta cuando las circunstancias se dan para que un montón de cosas que me gusten se den juntas, como ahora que escucho la lluvia golpear sobre el traga luz de mi casa, y me concentro en el ruido producido por el golpear de mis teclas, y escucho afuera los colectivos y los perros, y disfruto un buen café. Me gusta el claqueteo de los tacos por la calle y, aún más, sobre los pisos de madera. Me gusta ese sentimiento que te queda después de ver una película muy buena o de haber leído un libro muy bueno. Me gusta poder cerrar los ojos y reproducir capítulos enteros de series de mi infancia, o cuando un aroma aleatorio me hace acordar a algo que me había olvidado. Me gusta hacer planes y luego descartarlos por algo más espontáneo. Me gusta cuando se rozan mis manos con las de alguien que me gusta y es completamente inocente y platónico. Me gusta pensar que alguien lee esto y piensa que a él o ella también le gustan las mismas cosas, porque me imagino que esa persona ahora sabe que no está sola. Me gusta pedir comida y que el chico del delivery sea lindo. Me gusta el helado de tramontana y me causa gracia que lo haya descubierto después de 20 años de vida. Me gusta ese momento de silencio después de un estallo de risas. Me gustan los viajes de veinticuatro horas. Me gusta conocer gente nueva en la calle, y ser buena con ellos, demostrándoles que todavía hay razones para tenerle fe a la humanidad. Me gusta cocinar, aunque disfruto más que otras personas disfruten lo que cociné. Me gusta el ruidito del papel de un caramelo al desenvolverlo. Me gusta poner los dedos en mi sien y sentir cómo se mueve mi mandíbula cuando mastico.

Hay muchas cosas que me gustan. Creo que hoy por hoy le ganan a las que no. Voy mejorando.
Quiero dejar de llorar. Quiero dejar de estar mal.
Quiero volver al lunes cuando estaba contenta y era feliz.
Quiero que me dejes de insultar. Quiero querer odiarte.
¿Por qué no soy del tipo de persona que odia?
¿Por qué mierda eso que amo de mí misma me tiene que lastimar tanto a veces?
Necesito dejar de llorar.
Extraño a la Juli feliz.
Extraño que sea Viernes (concepto de hace dos años que probablemente nadie entienda).
Quiero que dejes de hablar sin que yo te tenga que callar.
¿Te olvidaste de todo lo que conocés de mí?
No es tan difícil:
Odio que me hagan esto.
Odio que usen mi cariño como arma de doble filo .

Diplomacia.

Me mentiste.
La respuesta para mi es no, pero para todo y todos los demás es sí.
Me mentiste al decirme que ojalá la respuesta para mí fuese diferente.
Me mentiste en eso, ¿y en que más?
Lo malo de que una mentira te lastime es que empezás a dudar de qué fue verdad.

Nuestra relación fue un juego. Creo que si miro para atrás ahora entiendo que estábamos los dos constantemente tirando de una soga para lados opuestos. Los dos lastimados, apenas pudiendo mantenernos parados, usamos la poca fuerza que nos quedaba para tironear día tras día mientras nos convencíamos de que los dos tirábamos del mismo lado. En aquel entonces, me convenciste con tus sonrisas y me ganaste con tus besos. Los dos peleábamos la misma pelea. Los dos teníamos la misma meta y los mismos objetivos en mente. Que ilusos que fuimos.
Me rompiste. De a poco, con palabras y momentos falsos, me quebraste las rodillas y nuevamente caí al suelo. Consideré odiarte, pero pronto me encontré a misma decidiendo que no valía la pena ni eso. En vez, decidí odiarme a mí misma.
Me odié y me odié hasta que yo misma terminé de destruir lo que vos no habías destrozado ya. No había un futuro en el horizonte que mereciera ser visto. Me proclamé rota y vencida. Me catalogué como inútil, inservible, incapaz de amar y ser amada. Busqué todos mis errores y mis fallas, intentando ver lo que vos viste. Las miré por horas al espejo hasta que era lo único que había. No veía nada más. Era un manojo de nervios y cosas malas. Mi maquillaje estaba corrido, tenía sobrepeso, mi humor era una mierda, era una perra, era débil. A medida que pasaban las horas, las cosas malas se convertían en peores: era fea, estaba gorda, era castradora, necesitada y nunca me reía en los momentos indicados. Eso era yo. En eso me convertí porque por meses fue lo que pensaba vos veías al mirarme. ¿Quién me podría querer así? Estaba enferma. Tenía kilos y kilos de equipaje propio y, por encima, ahora te tenía a vos. Antes de que vos vivieras en mí, yo vivía en una constante montaña rusa de emociones. Después de que te fuiste, la montaña se detuvo y yo sólo estaba abajo: metros y metros bajo tierra. Me guardé mis emociones para mí misma y no hablé. No pedí ayuda porque quién iba a querer ayudar a alguien como yo.
El problema con embotellar todo es que eventualmente deja de haber espacio y el contenedor explota. Yo exploté. Exploté y me dieron la ayuda que rogaba me dieran con lágrimas y sollozos a la medianoche escondida en una habitación vacía.
Tomó tiempo pero me hicieron ver las cosas como eran. Sí, tenía mis fallas, pero también mis cosas buenas.
"Sos fuerte. Sobreviviste a un montón de cosas feas y nunca te dejaste ganar. No dejes que el te gane. No estás gorda, estás enferma. Vos te ves mal, pero yo te veo bien. No te dejes atrapar de nuevo por la anorexia. No te embebas, no te pierdas en un viaje. Vos podés."
Era un disco rayado que yo no podía darme el gusto de dejar de escuchar. Lo necesitaba escuchar hasta que por fin me pudiese convencer de que algo de razón había tras esas palabras. Eventualmente, con tiempo, trabajo y esfuerzo, lo logré. Me curé de vos. Me curé de tu cáncer. Me convencí de que no era yo la que no podía con el amor: ese eras vos. Vos con tus barreras y tus miedos. Vos no podías, en parte porque no querías, ni merecías ser amado. No merecías mis cosas buenas, por eso nunca las viste. Era más fácil pensar que yo era todo lo malo que verte al espejo y notar tus fallas, porque eran muchas.
Y hoy volviste. Hoy volviste con tus inseguridades y trajiste las mías envueltas en papel hermoso, esperando que yo las abra. Hoy revolviste en mí y me dejaste nauseabunda, herida y pensando nuevamente en lo rota que estoy. Tan rota.
No necesito que me cosan. No necesito que me cuiden. 
Soy fuerte. Sobreviví a un montón de cosas malas, y nunca me dejé ganar. No voy a dejar que vos me ganes. No estoy gorda, estoy enferma. Yo me veo mal, pero hay gente que me ve bien. No me voy a dejar atrapar de nuevo por la anorexia. No me voy a embeber, no me voy a perder en un viaje. Yo puedo. 

Pero necesito ayuda.
No. No. No. No. No.
Este era mi refugio de vos.
No lo leas. No puedo saber que lo leés.
Mi pasado y mi presente no pueden chocar. No quiero que choquen.
Por algo abrí esto. Por algo me fui de donde mi pasado estaba plasmado.
No te quiero acá.
Pido respeto por todas esas veces que no me respetaste y te pasaste por el traste lo que yo te pedía.
Te pedí cariño, y me lo negaste.
Te pedí un futuro, y me lo destruiste en mi cara.
Te pedí silencios que gritaran, y vos no paraste de pasarme tu monótono ruido blanco al oído.
Te pedí sueños y conejitos blancos y vos me diste una pesadilla despierta que duró meses y meses donde había sólo monstruos que me había prometido que quería dejar atrás.
Andate. 
Apelo al amor que dijiste que sentías por mí y te pido que por favor no me destruyas esto que estoy construyendo sin vos.
Sin tu odio por vos mismo. Sin tus inseguridades y las que proyectaste y creaste en mí.
Dejame ir. Necesito irme. Necesito que no estés.
Por favor.
Que blog lleno de odio últimamente.
Les dejo una foto que me dedicaron hace hará ya dos años para hacerme reír.

Emmmm

Quiero escribir algo. Pero no puedo...
Quiero escribir eso pero no quiero.
No puedo. 
Pero sin embargo, quiero. 
La vida es complicada, muchachos. 
La vida es una perra.
La vida es un hombre bi-curioso confundido que te llama a las doce de la noche un viernes antes de salir para coger y después te dice que le gusta tu mejor amigo, pero que te ama a vos también. 

Todavía quiero decirlo pero me lo callo. 
A veces agradezco que este no sea mi único espacio en internet y que todavía puedo tener mis ciertos secretos. 

La vida es una gran hija de puta que te hace hacer cosas que no querés, por motivos que odias, para probablemente terminar logrando cosas que no te van a gustar.

Curtite, puta :) -le digo a la vida-.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Me despierto con diez minutos de sobra antes que suene la alarma. Pocas cosas son más irritantes que esto. No sólo no me vuelvo volver a dormir, sino que mi mente se esmera por medir cuidadosamente los minutos para intentar predecir el décimo y adelantarme a la alarma una vez más. No funciona. Para cuando la alarma sí suena, mis ojos me ruegan que la ignore y me vuelva a dormir, pero no funciona así. Aprieto el botón y la atraso veinte minutos, esperando que sirva de algo, pero me termino adentrando nuevamente a ese circulo vicioso de contar minutos en vez de animales y me alejo cada vez más de los sueños. El único problema es que eso funciona durante esos veinte minutos. Cuando se acaban y suena ese horrible sonido de nuevo, haciendo eco en mi cabeza, el sueño volvió. Es como un adolescente rebelde que no quiere hacer algo hasta que no le dicen que está prohibido.

I'm sorry for wasting your time.

Venía bien, eh. Después de la noche en la oscuridad de ayer, hoy abrí los ojos y habría jurado que veía luz. Ilusa. ¿Eso? ¿Luz? Creo que eran mis ilusiones y esperanzas brillando con lo poco que les quedaban a través de mis ojos todavía con lagañas.
Juro que intenté evitarlo igual. Me dije a mí misma e incluso pronuncié las palabras para oídos ajenos: "hoy va a ser diferente. Hoy la remo." Hoy es un excelente ejemplo de la vida mirándote a los ojos y diciéndote, con voz de camionero, "CHUPALA." Hoy es uno de esos días en los cuales incluso la nena (o nene, no sé, vos fijate) en el espejo te dice:
 - No. Hoy no la peleas un carajo. Hoy te reducís a posición fetal en tu cama fría y te conformás con sentirte como un nene de cuatro años, rogando que venga su madre para prender la luz del cuarto a la medianoche. Hoy no ves la luz del día y no sonreís y no te causa gracia una mierda. Hoy sos miserable. Mañana vemos como viene la cosa.
Así que ese es mi hoy. Son las tres de la tarde y yo sigo en mi cama. Las persianas están bajas y mi humor ni se imaginan. Internet no ayuda por encima. ¿Vieron cuando el mundo entero parece estar complotando en su contra para que absolutamente nada salga bien? Bueno... Igual, tan ilusa no soy. Soy demasiado chica e irrelevante como para que TODO el mundo esté en mi contra. Sin embargo, hoy, mi cabeza está en mi contra,, y eso es más que suficiente.

Time is never time at all
You can never ever leave without leaving a piece of youth
And our lives are forever changed
We will never be the same
The more you change the less you feel
Believe, believe in me, believe
That life can change, that you're not stuck in vain
We're not the same, we're different tonight
Tonight, so bright


Tonight, tonight, by Smashing pumpikns.

martes, 4 de septiembre de 2012

Sinsentido.

Ajjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjj

Querido blog (en vez de querido diario):

Se inclinó la balanza y definitivamente no para bien.
En el peor momento, por encima.
Nada como ponerte a llorar mientras te delineas el ojo y pincharte con el pincel.
Oh, la vida.

Hoy.

No sé dónde estoy, sólo sé que no es allá, donde están ustedes.
Me miro y siento que soy un accidente a punto de pasar por no mirar por dónde estoy a punto de caminar.
Es uno de esos días en los que la vida te puede sorprender, para bien o para mal.
Cierro los ojos y espero que sea para lo primero.
Por ahora, la balanza está en equilibrio.
Todo me da lo mismo. Es igual.
En fin.

Si me conoces.

Esto aplica para vos, seas quién seas. Si hablamos una vez en el chat, si te conozco desde que tengo tres, si somos nuevos amigos, si somos relativamente viejos amigos. Aplica si ya no nos hablamos, si sufrimos juntos, si reímos juntos, si compartimos una mirada cómplice hace diez años o hace dos días. Esto aplica a vos, seas quién seas, si estás o querés estar en mi vida. Esto es un contrato. 

De mi parte, te doy lo que necesites. Si son las seis de la mañana, estás a kilómetros de distancia y necesitás a alguien, estoy. Siempre estoy, porque si estás y querés estar en mi vida, no hay límites. Si necesitás con quién llorar, si necesitas un hombro sobre el cual tirarte a dormir, si necesitás compañía en silencio, estoy.
Si estás y estoy, aplica decirte una cosa que capaz no te digo seguido: te quiero.

Igual, el "te quiero" no es ni suficiente ni lo único. Te quiero y te quiero bien. Te quiero bien física y emocionalmente. Yo no puedo pelear tus peleas, pero puedo estar al lado tuyo, alentándote cuando las peleés para que estés bien. ¿Por qué lo hago? Porque te quiero y tu felicidad (tan compleja como sea) es algo que aporta a mi felicidad.

Yo no te pido a cambio que estés. Entiendo que todos somos diferentes. Tus prioridades no son las mismas que las mías. No te pido que si intercambiamos una oración hace meses estés conmigo cuando sufra. No te pido que si te lastimé, estés dispuesto a dejarlo a un lado si te necesito. Es algo que me encantaría, pero no es lo que te pido.

Tu parte del contrato es aún más simple, pero a la vez mucho más complejo. Lo único que te pido es que nunca lo olvides. Nunca olvides que no te dejo solo.

La próxima que estés mal, encerrado en el baño rogando poder gritar, o llorando, o ahogando tus penas en un bar, recordá que estoy, aunque no esté.

Estoy con vos si ya no somos amigos. Estoy con vos si me rompiste el corazón. Estoy con vos si rompí el tuyo. Estoy con vos si te conocí a las seis de la mañana fuera de un boliche. Estoy con vos si te conocí hace poco más de un mes. Estoy con vos siempre, sin importar cuándo, cómo o por qué nos conocimos.

¿Por qué?

Porque vos siempre estás en mí.

Cuando era chica a mí me acomplejaba mucho el tema de sobrevivir a mi muerte (filosóficamente hablando). Lo único que quería de mi vida era hacer un impacto en alguien más. Hoy en día, sé que lo hice. Si sos como yo, sabé lo siguiente: si te conocí, vas a estar en mí para siempre.

Capaz con el pasar del tiempo no recuerde tu voz o no pueda dibujar tu rostro con los ojos cerrados, pero nunca te voy a olvidar. Sos parte de mí. Hiciste un impacto. Te hiciste parte de otra persona. Te hiciste parte de esta persona.

Te quise, o te amé o te amo o te quiero.

Por eso, por ese sentimiento que sentimos o siento, siempre voy a estar.

Cuando yo tenia dieciséis años le pregunté a mi clase cómo se describirían en pocas palabras. Vengo describiéndome de la misma manera desde que tengo consciencia.
Soy preocupación incondicional. 

Jamás me pidas que no me preocupe por vos. Jamás me pidas que te olvide. Jamás. Por más que haya una pelea, nunca te voy a cerrar la puerta.

Si estás acá, leyendo esto, estate seguro de que te abrí esa puerta.
Me preocupo por vos, seas quién seas.

Es verdad, a veces me preocupo más por vos de lo que me preocupo por mí misma, pero si no lo hiciera, me perdería. Perdería esa parte de mí que amo por sobre todas mis cosas.

Nunca te preocupes por cansarme, por molestarme. No me molestas, jamás. Despertame, llamame, interrumpime. Nunca sos una molestia. Nunca te confundas con eso. Nunca te pierdas lo suficiente como para pensar que sos una molestia.

Sos fantástico. Sos genial. Sos una hermosa persona. Sos amable, con tus cualidades buenas y tus fallas. Y para siempre vas a ser parte de otra persona. No estás solo. No estás sola.

El contrato es ese. Yo te doy todo lo que pueda, quieras y necesites. Vos sólo prometeme que aunque dudes de vos mismo, nunca jamás dudes que sos importante para alguien, porque sos más que importante para alguien. Lo más probable es que seas igual de importante para alguien más, pero no puedo hablar por los demás. Yo hablo por mí y te digo esto. Te lo firmo con lágrimas compartidas, con risas, con mi puerta siempre abierta. Te lo firmo acá.

Vos firmá también y no te olvides de que te quiero.

domingo, 2 de septiembre de 2012

No me acuerdo la fecha de este, pero es viejo.

Este va para vos,
mi constante sueño del cual no he despertado,
mi pesadilla despierta que aparentemente no he olvidado.
Este es para vos,
porque todo realmente lo es.
Te cuento en las arrugas de mi ceño fruncido,
te cuento en las lineas de mis manos.
Te cuento en las cuentas de las compras en el chino,
te cuento a la hora de la cena en un asiento vacío.
Y vos... vos te despertaste ya hace tiempo,
con algo más fuerte que un chasquido.
Vos me restaste de tu ecuación y me mandaste al olvido.
Pero está bien.
El tiempo se sufre y se ama como fluye,
y si hay algo que puedo decirte,
mi por siempre utopía abandonada,
es que mientras fuimos,
nosotros fluimos... hasta ese punto en que los dos huimos.

Pensamientos

Dormirse pensando en alguien es lo peor. Eso de sentir a una persona cerca, pero a la vez estar terriblemente consciente de la lejanía, disparando a la imaginación y dejándola volar a un lugar donde podés sentir su respiración cálida viajando por tu cuerpo... La vida es cruel.
Hoy duermo con mis sentimientos a flor de piel. Si prestás atención, los podes palpar en cada palabra. Si escuchás, los oís en cada coma, en cada acento, en cada punto. Y si la vida fuese un poco menos injusta, y las circunstancias fuesen diferentes, los podrías notar en cada mirada.

Leer ciertos libros me ponen vulnerable.
Si hay algo asquerosamente feo en este estado, es estar sola.

sábado, 1 de septiembre de 2012

A pedido del pueblo...

Es raro cómo personas tan diferentes pueden ser parte de mí después de tan poco tiempo. Es raro cómo después de tanto tiempo buscando en conocidos la respuesta, la encontré en cinco pares de ojos desconocidos. Capaz el tema es que no se sienten desconocidos. Capaz es que, en parte, veo algo de mí en algunos de ellos. En unos, me veo más chica: en otros, me veo hace poco; en otros, me veo nueva; y, en otros, veo lo que quiero que sea.
Es raro admitirlo, más que nada siendo yo. Siempre me costó largar la frase "te quiero" pero de repente y sin advertencia previa me encontré diciéndolo más seguido de lo que me podría haber imaginado. ¿Y lo mejor? Ninguna de esas veces fue mentira.
La frase, debo admitir, la he usado como cortina. La he balbuceado y la he estirado para llenar tiempo y espacio, porque quedaba lindo o porque era lo debido. Acá, ahora, con ciertas personas, no.
Venía perdida en mí misma, y en un abrir y cerrar de ojos (o mejor dicho, en un viaje de subte, una reunión en una plaza, una noche en una hamaca, con cigarrillos compartidos, con cartas de por medio, chistes con doble sentido, y voces nuevas que hasta el día de hoy hacen eco y suenan a que estuvieron ahí por más tiempo), de a poco fui viendo las cosas.
No sólo los vi a ellos (raros, cambiantes, ciclotímicos, extraños, inusuales y dejándome completamente fuera de mi elemento), sino que me vi a mí misma. Es lindo cuando te podés ver a vos mismo porque no sentís que te tenés que esconder en otra persona.
Los giros de la vida están más allá de mi entendimiento y el don de preverlos no lo tengo, pero, hoy por hoy, agradezco que las cosas se hayan dado como se dieron. El elemento de sorpresa fue y es bienvenido.

Suelo usar palabras para describir las cosas menos racionales posibles porque soy así, pero en este caso no quiero. Consideren esta mi entrada melosa. Tiene pocas palabras y pocas explicaciones, considerando las cosas que vengo escribiendo, pero confío en que son suficientes. Después de todo este tiempo (que ha sido poco, pero suficiente), confío en su habilidad para leer entre las líneas y saber lo que no estoy diciendo.

Entre las listas de cosa buenas, están ustedes. ¿Y lo lindo? Por ustedes, de a poco, en esa lista me voy escribiendo a mí misma.