lunes, 10 de septiembre de 2012

El día se acerca, casi tanto que ya puedo empezar a contar las horas. El tiempo pasa y yo me limito a tener miedo. Parte de mí dice que debería sufrirlo; la otra parte, que debería de festejarlo.
Ya casi pasó un año. ¿Estará el día marcado también en su calendario?
Ojalá no me acordara, pero me acuerdo. Me acuerdo de qué pasó, cómo, cuándo y dónde. Me acuerdo de la resignación y el decline.
No sé cómo será en cuestión de días, pero hoy gana la parte de mi que se alegra.
Pasó ya casi un año. Un año entero. Trescientos sesenta y cinco días en los que la gran mayoría pasé sufriendo. Trescientos sesenta y dos días, para ser exacta... ¿Cuántos de esos pasé pensando en y previendo este día?
Hoy festejo su ausencia. Hoy lo considero una victoria simplemente por el hecho que pasé por tanto en estos trescientos sesenta y dos días que me alegra (y me sorprende) estar acá viva.
Te sobreviví. Nos sobreviví. Y planeo seguirlo haciendo.
No por vos, sino por mí. No quiero una vida conformista, pensando en lo que podría haber sido mejor.
Gané la pelea. Cerré la puerta. Todavía lo quiero, pero no conmigo.
Hoy festejo en nombre de aquella chica pelotuda que fui en nombre de él: la que salía seis veces a la semana, la que ahogaba las penas con alcohol, la que borraba su nombre con drogas, y la que volvía a escribirlo con sangre. Hoy festejo porque viví un infierno y sigo soñando despierta, por más que hace trescientos sesenta y dos días la vida me haya dado todas las razones para creer que no había por qué.

No hay comentarios:

Publicar un comentario