- No te das cuenta. Te pasas todo el tiempo convenciéndote de que estás bien. Sos una nena grande, creciste; maduraste; pasaste por mil ochocientas cosas y acá estás, viva. Sí, estás viva, pero estás haciendo estupideces con cada segundo de tu vida para llevarte a ese punto en que te sentís muerta.
- ¿Por qué me decís eso?
- ¿Me vas a decir que no es verdad? ¿Me vas a decir que no buscás toda la basura que se te cruza en el camino? ¡Fijate!
- ¿Qué querés que me fije!
- Que llevás todo este tiempo actuando como mina madura que ni siquiera te das cuenta que en realidad seguís siendo la misma pendeja tarada que se mete en situaciones de mierda de las que después no puede salir. Todo por tus estúpidas historias.
- ¿Qué?
- Te encanta sufrir porque te da algo de qué escribir.
- No me digas eso.
- ¿Hay otra explicación? ¿En serio! Por favor, explicamelá. Te conozco casi tanto como vos misma y en todo este tiempo cambiaste tanto que volviste al mismo punto de partida.
- No sabés de qué hablás.
- Estás tan acostumbrada a tus historias de mierda y a que tus personajes secundarios te pasen por encima que no podes ver que todo este tiempo lo único que yo quería era
- ¿QUÉ?
- Yo solamente te quería a vos.
- Andate a la mierda.
- No. Me voy a quedar acá. Me voy a quedar del otro lado de tus estúpidas barreras y voy a esperar a que bajes el escudo de mentiras que te decís todos los días hasta que veas que a pesar de todo lo que hiciste, a pesar de todo lo que pasó y de lo que nos hicimos, yo sigo acá. Hasta que veas que aunque todos los que me conocen me digan que me vaya
- Capaz tendrías que hacerlo.
- Aunque todos me digan que me vaya, incluso vos, ¡incluso yo mismo! me quedo porque veo algo en vos que no podés ver vos misma en este momento. Ya lo vas a ver. Lo vas a ver y se te van a quebrar las rodillas y te vas a sentir una pelotuda y te vas a acordar de esa noche en que nos conocimos en que te mentí. Sí, te mentí. Y después vos me mentiste a mi y así una y otra vez. Te vas a acordar de eso y después te vas a acordar de cómo te sentías cuando te respondía los mensajes, porque yo me acuerdo de cómo me sonreí cuando me mandaste un mensaje inesperado para desearme suerte en mi estúpido examen, y te vas a sentir vacía y te vas a odiar a vos misma por empujarme. Y cuando pase eso, vas a abrir los ojos y vas a darte cuenta que aunque me empujes mil kilómetros, yo sigo acá. Porque te mentí, sí, pero no es mentira que lo único que quiero sos vos, forra de mierda. Me voy a quedar acá hasta que decidas jugartela como yo estoy dispuesto a apostar mi vida.
Esto empezó como el viaje de una chica de unos veintitantos intentando dejar de fumar. Ahora es como un diario íntimo. Esperen incoherencia, ira, frustración, cosas lindas y capaz que un par de cosas sexuales. Lean a su riesgo.
jueves, 28 de febrero de 2013
A quien quiera,
Pocas cosas se disfrutan más que irse a dormir sin pantalones y en corpiño.
Que el Jueves me la chupe.
</me cago en blogspot que no me deja insertar una canción acá>
Feliz Viernes, mi vida.
Que el Jueves me la chupe.
</me cago en blogspot que no me deja insertar una canción acá>
Feliz Viernes, mi vida.
Azul.
Sos el amor de mi vida.
No digas eso.
¿Por qué no?
Porque te vas a arrepentir.
Las primeras veces a veces ocurren en la cama. Esa fue nuestra historia. Creo que si fuese a escribir nuestra historia no habría momento relevante que no sucediera en posición horizontal. Por calentura, capaz. Quizás porque cuando el cuerpo libera hormonas como loco nos sentimos más abiertos, más sueltos, más vulnerables pero a la vez más fuertes que nunca porque, después de todo, estamos sin ropa al lado de otra persona y esa otra persona no está corriendo hacia la puerta, sino que nos abraza. Es algo poderoso. Sí, el sexo puede hacer las cosas más confusas porque borra límites, pero a veces las aclara con las emociones que usamos cuando no usamos ni una sola tela para cubrirnos.
Me estoy enamorando de vos.
Estoy enamorada.
Te amo.
Todo pasó en la cama. Todo ese fuego rojo que terminó siendo azul, tendría que haber quemado el colchón y deshecho las sábanas pero creo que en vez siguió de largo y te deshizo a vos, me rompió a mí y le prendió fuego a lo que fuese que nos mantenía a vos y a mi como un nosotros.
No voy a nada con esto. No tiene propósito esta entrada más que poner en escrito lo raro que fue todo. Para recordarme que a veces soy una daltónica de mierda que ve el color que quiere porque la razón no es mi fuerte.
En fin.
No digas eso.
¿Por qué no?
Porque te vas a arrepentir.
Las primeras veces a veces ocurren en la cama. Esa fue nuestra historia. Creo que si fuese a escribir nuestra historia no habría momento relevante que no sucediera en posición horizontal. Por calentura, capaz. Quizás porque cuando el cuerpo libera hormonas como loco nos sentimos más abiertos, más sueltos, más vulnerables pero a la vez más fuertes que nunca porque, después de todo, estamos sin ropa al lado de otra persona y esa otra persona no está corriendo hacia la puerta, sino que nos abraza. Es algo poderoso. Sí, el sexo puede hacer las cosas más confusas porque borra límites, pero a veces las aclara con las emociones que usamos cuando no usamos ni una sola tela para cubrirnos.
Me estoy enamorando de vos.
Estoy enamorada.
Te amo.
Todo pasó en la cama. Todo ese fuego rojo que terminó siendo azul, tendría que haber quemado el colchón y deshecho las sábanas pero creo que en vez siguió de largo y te deshizo a vos, me rompió a mí y le prendió fuego a lo que fuese que nos mantenía a vos y a mi como un nosotros.
No voy a nada con esto. No tiene propósito esta entrada más que poner en escrito lo raro que fue todo. Para recordarme que a veces soy una daltónica de mierda que ve el color que quiere porque la razón no es mi fuerte.
En fin.
Fever.
El cuerpo arde. Desde la punta del pie hasta las puntas del pelo. El fuego infla la habitación con gritos ahogados y ruegos a una deidad abandonada suspirados entre respiración entrecortada y miradas intercambiadas. Las manos se convierten en humo de un color imposible de siquiera divisar en la oscuridad de la noche y del silencio. Rompe los huesos, o al menos así se siente. Los corroe o los convierte algo tan intangible como las palabras que la mañana ahuyenta o el punto (¿y coma?) que escribe la llamada de la realidad en la puerta. Los dientes incineran el cuello y los labios chamuscan todo espacio que caminan en la piel. Todo mapa previamente trazado o esquema ideado se vuelve ceniza con la combustión producida por tu cintura abrazando la mía. La llama de tus yemas arañando tanto mi mente como mis piernas me sugieren que quizás, tal vez, capaz, quemar no sea lo mismo que escocer.
Adición/Corrección.
Cambiemos la parte de la entrada anterior por:
Si estuviese viendo el código de la Matrix, los números que resaltarían en mi cuerpo serían los que te dibujan a vos.
Si estuviese viendo el código de la Matrix, los números que resaltarían en mi cuerpo serían los que te dibujan a vos.
miércoles, 27 de febrero de 2013
Etapas.
Uno.
Mi razón toma control. La vida es una mierda: malas secuencias, malas circunstancias, tiempo que pasa y que ahoga, mentiras por todos lados. La voz de mi conciencia araña mis huesos desde la planta de mis pies, pasando por la base de mi espalda, y hace estragos en mi cráneo.
Dos.
Se pasa en segundos. Mi cerebro se hace gelatina derretida y las residuos viajan por mis venas. Lo que araña son cosquillas. Si estuviese viendo el código de la Matrix, los números que resaltarían en mi cuerpo serían todos los unos.
Tres.
Avisto lo que derritió mi gelatina: fuego rojo. No uno sino también el recuerdo de todos los otros. Para este punto, la razón arde. Las palabras arden. Los conceptos, las oraciones, los labios, las manos, las sonrisas y la luz: todos arden.
Cuatro.
Como máquina: justo a tiempo. Uno, dos y tres, siempre llevan a cuatro. Empiezan las preguntas. ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Bajo qué excusa? La realidad llama y no hay manera de colgarla. Lo que queda es la picazón del fuego en mi piel hasta volver a uno otra vez.
Mi razón toma control. La vida es una mierda: malas secuencias, malas circunstancias, tiempo que pasa y que ahoga, mentiras por todos lados. La voz de mi conciencia araña mis huesos desde la planta de mis pies, pasando por la base de mi espalda, y hace estragos en mi cráneo.
Dos.
Se pasa en segundos. Mi cerebro se hace gelatina derretida y las residuos viajan por mis venas. Lo que araña son cosquillas. Si estuviese viendo el código de la Matrix, los números que resaltarían en mi cuerpo serían todos los unos.
Tres.
Avisto lo que derritió mi gelatina: fuego rojo. No uno sino también el recuerdo de todos los otros. Para este punto, la razón arde. Las palabras arden. Los conceptos, las oraciones, los labios, las manos, las sonrisas y la luz: todos arden.
Cuatro.
Como máquina: justo a tiempo. Uno, dos y tres, siempre llevan a cuatro. Empiezan las preguntas. ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Bajo qué excusa? La realidad llama y no hay manera de colgarla. Lo que queda es la picazón del fuego en mi piel hasta volver a uno otra vez.
martes, 26 de febrero de 2013
Feliz aniversario, vida.
El Sol sale una vez más en mi cielo y yo me despierto como nunca, o como siempre. Me siento sobre la cama, piernas cruzadas, abro la computadora y me conecto. Ya es inercia, es algo natural, como mirarme las manos y buscar las de otra persona que -¿ya?- no está. Apago la alarma una vez, dos, tres. Eventualmente decido moverme. ¿Voy? ¿No voy? ¡Voy! ¡No, no voy! ¡Andá! Ok, voy.
Las vueltas de siempre. Me lavo los dientes, cinco minutos más de internet, me visto, me miro al espejo mientras me delineo los ojos y pienso "un día de estos va a ser diferente."
Ya es hora. Me calzo. ¿Botas o sandalias? Salgo. Una carta: capaz hoy no es como siempre. Pocos entienden la lógica que veo tras las cartas tiradas en la calle. No me importa, para mí tiene el mismo sentido que el por qué respiro o por qué me levanto a la mañana.
Salgo del auto, camino una cuadras. Hoy definitivamente es diferente. Sorprendida, atormentada, sacudida, como quieran que le diga, lo veo. Está igual. Mismos ojos, mismo cuerpo cansado de un poco más de lo mismo, mismo pelo que baila -sólo que ya no lo hace entre mis dedos-, mismo él. Pero ahora sin mí. Ya no tiene más mi corazón hecho añicos en sus manos. Lo ignoro. Él hace lo mismo. Nos vimos pero debió ser una jugarreta del destino. Sigo camino.
Bajo al subte. Pago. Me siento. Miro a mi lado y ahí lo veo. Él, ya no tan igual. Los años no le sientan bien y eso que tan sólo fueron dos. Lo ignoro. Con él no pienso si me vio.
- ¡Juli!
- Emmmm... Hola.
- Marcos, ¿te acordás de mí?
- Sí, obvio. ¿Cómo andás?
- Bien, bien. ¿Vos? ¿Seguís con el chico por el que te fuiste la última vez?
- Emmmm... No.
Hablo la conversación en mi cabeza. Sé cómo sería y no la quiero tener. Después de un rato, veo que me vió. Cambio de vagón. Hasta nunca. Llego al trabajo y miro el puntaje en lo que va del día. Juli un par, la vida muchas.
Mecánica, eso es lo que es. Abro sesión y sigo camino. Facebook, twitter, linkedin, las páginas del laburo y eso. Sigo. Trabajo. Hablo. Escribo. Como y sigo.
Me voy. Camino las mismas cuadras que caminé hace seis horas. La que me falta es cruzármelo a él. No lo hago. Bajo al subte, viajo, llego a mi estación y emprendo camino por esas cuatro cuadras que él antes caminaba conmigo. Con la mirada para abajo pero no caída, cruzando la calle, evitando que me pise el 102, la veo. Otra carta: capaz hoy, después de todo, sí sea diferente.
Llego a casa. Abro la puerta. Dos sesiones de diez minutos para limpiar un poco el quilombo que no quise limpiar ayer. Por fin termino de llegar a casa y me siento en mi cama. Abro la notebook y mientras espero que se abra lo usual, levanto la mirada:
I THINK I CAN I THINK I CAN I THINK I CAN I THINK I CAN I THINK I CAN I THINK I CAN
I KNEW I COULD.
Pude.
Feliz año de vida, Juli.
Las vueltas de siempre. Me lavo los dientes, cinco minutos más de internet, me visto, me miro al espejo mientras me delineo los ojos y pienso "un día de estos va a ser diferente."
Ya es hora. Me calzo. ¿Botas o sandalias? Salgo. Una carta: capaz hoy no es como siempre. Pocos entienden la lógica que veo tras las cartas tiradas en la calle. No me importa, para mí tiene el mismo sentido que el por qué respiro o por qué me levanto a la mañana.
Salgo del auto, camino una cuadras. Hoy definitivamente es diferente. Sorprendida, atormentada, sacudida, como quieran que le diga, lo veo. Está igual. Mismos ojos, mismo cuerpo cansado de un poco más de lo mismo, mismo pelo que baila -sólo que ya no lo hace entre mis dedos-, mismo él. Pero ahora sin mí. Ya no tiene más mi corazón hecho añicos en sus manos. Lo ignoro. Él hace lo mismo. Nos vimos pero debió ser una jugarreta del destino. Sigo camino.
Bajo al subte. Pago. Me siento. Miro a mi lado y ahí lo veo. Él, ya no tan igual. Los años no le sientan bien y eso que tan sólo fueron dos. Lo ignoro. Con él no pienso si me vio.
- ¡Juli!
- Emmmm... Hola.
- Marcos, ¿te acordás de mí?
- Sí, obvio. ¿Cómo andás?
- Bien, bien. ¿Vos? ¿Seguís con el chico por el que te fuiste la última vez?
- Emmmm... No.
Hablo la conversación en mi cabeza. Sé cómo sería y no la quiero tener. Después de un rato, veo que me vió. Cambio de vagón. Hasta nunca. Llego al trabajo y miro el puntaje en lo que va del día. Juli un par, la vida muchas.
Mecánica, eso es lo que es. Abro sesión y sigo camino. Facebook, twitter, linkedin, las páginas del laburo y eso. Sigo. Trabajo. Hablo. Escribo. Como y sigo.
Me voy. Camino las mismas cuadras que caminé hace seis horas. La que me falta es cruzármelo a él. No lo hago. Bajo al subte, viajo, llego a mi estación y emprendo camino por esas cuatro cuadras que él antes caminaba conmigo. Con la mirada para abajo pero no caída, cruzando la calle, evitando que me pise el 102, la veo. Otra carta: capaz hoy, después de todo, sí sea diferente.
Llego a casa. Abro la puerta. Dos sesiones de diez minutos para limpiar un poco el quilombo que no quise limpiar ayer. Por fin termino de llegar a casa y me siento en mi cama. Abro la notebook y mientras espero que se abra lo usual, levanto la mirada:
I THINK I CAN I THINK I CAN I THINK I CAN I THINK I CAN I THINK I CAN I THINK I CAN
I KNEW I COULD.
Pude.
Feliz año de vida, Juli.
lunes, 25 de febrero de 2013
Un toque eléctrico.
No había manera de escapar. La habitación ya no tenía ventanas y la puerta estaba tapada por todas las palabras. Lo único que podía hacer era sentarse y esperar. ¿Esperar a qué?
Una y otra vez se preguntaba qué hacía ahí, cómo había llegado. Parte de ella deseaba haberse detenido. Advertencias no le habían faltado en el camino. Ahora se encontraba lo suficientemente deshecha como para sentirse ajena a ella misma, pero no como para colarse entre los huecos en la pared hechos por los clavos que sostenían los amargos recuerdos de la realidad.
Estaba atrapada entre su razón y el fuego rojo que crecía a su lado cada vez que se dormía repitiéndose a si misma la misma secuencia. Era tan simple como uno, dos, tres.
Ella no quería eso. Quería -5, -20, -10.
Al menos ahora había luz. Ya no tenía que cubrirse en la oscuridad que vivía entre esas quince letras. La luz era blanca y se reflejaba en su espejo. Ella no quería blanco, quería violeta, pero bueno.
Cada noche se paraba frente a ese espejo y observaba: seguía las líneas del tiempo y del fuego que bajaban por su cuello y se perdían entre sus piernas. Con los segundos que pasaban en un mundo donde ya no se medía en minutos (sino en llamas, en distancias figuradas, en silencios mudos que deberían de gritarle al viento), con los ojos cerrados trazaba el camino del toque eléctrico que la había encerrado entre esas cuatro paredes.
Suspiraba rogando que sus pulmones arrasaran con todo desde los cimientos, pero su cuerpo era tan frágil como se había prometido nunca más serlo, y su aire no era fuerte porque no contaba con su aliento. Era la peor condena. Estaba forzada a vivir y pelear esa guerra que era imposible de ganar.
Con hombros caídos, la mirada perdida en ojos omnipresentes y a la vez ausentes, y sus rodillas hechas gelatina sabor a noche de verano con sus dedos entre su pelo, se detenía a admirar el paisaje. Cada tanto había uno. Eventualmente, se daba cuenta que eran espejismos en el humo, que estaba tan sólo a pasos de ser negro, pero mientras tanto esbozaba en ese paisaje un futuro que por pura inocencia o esperanza ilusoria, se sentía posible.
Secretamente, deseaba poder mentirse. Quizás podría decirse que esa habitación era más grande, o dibujar en aire condensado un cuerpo y un abrazo como el mismo que la mantenía prisionera, pero diferente. Quizás podía repetirse lo mismo una y otra vez, como cuando era chica y su mamá le decía que las pesadillas estaban sólo en los sueños; que no había manera de que los monstruos cruzaran el umbral y pisaran su vida. Ahora los monstruos bailaban en su estómago y viajaban por su sangre caliente.
Para no perder la razón actuaba situaciones nuevas en base a las viejas. Recitaba líneas, coloreaba las paredes con sonrisas y escuchaba a las paredes cantarle de vuelta sus gritos. Recorría su cuerpo trazando mapas nuevas y viajes alternativos, convirtiendo el desierto en un océano donde quería que su captor se ahogara. Inventaba idiomas muertos que sus labios pronunciaban a la perfección, y teorizaba esquemas en base a la parábola inversa que latía extasiado su corazón.
La razón siempre volvía. Las conversaciones en su mente eran mentiras, y eran sólo sus manos las que peleaban contra la marea de su cuerpo. Su idioma estaba muerto y olvidado, y los esquemas habían sido borrados por las lágrimas vacías que lavaban su piel.
Perdón por el fuego. Yo sólo quería quemarme.
Nunca quise consumirte.
Una y otra vez se preguntaba qué hacía ahí, cómo había llegado. Parte de ella deseaba haberse detenido. Advertencias no le habían faltado en el camino. Ahora se encontraba lo suficientemente deshecha como para sentirse ajena a ella misma, pero no como para colarse entre los huecos en la pared hechos por los clavos que sostenían los amargos recuerdos de la realidad.
Estaba atrapada entre su razón y el fuego rojo que crecía a su lado cada vez que se dormía repitiéndose a si misma la misma secuencia. Era tan simple como uno, dos, tres.
Ella no quería eso. Quería -5, -20, -10.
Al menos ahora había luz. Ya no tenía que cubrirse en la oscuridad que vivía entre esas quince letras. La luz era blanca y se reflejaba en su espejo. Ella no quería blanco, quería violeta, pero bueno.
Cada noche se paraba frente a ese espejo y observaba: seguía las líneas del tiempo y del fuego que bajaban por su cuello y se perdían entre sus piernas. Con los segundos que pasaban en un mundo donde ya no se medía en minutos (sino en llamas, en distancias figuradas, en silencios mudos que deberían de gritarle al viento), con los ojos cerrados trazaba el camino del toque eléctrico que la había encerrado entre esas cuatro paredes.
Suspiraba rogando que sus pulmones arrasaran con todo desde los cimientos, pero su cuerpo era tan frágil como se había prometido nunca más serlo, y su aire no era fuerte porque no contaba con su aliento. Era la peor condena. Estaba forzada a vivir y pelear esa guerra que era imposible de ganar.
Con hombros caídos, la mirada perdida en ojos omnipresentes y a la vez ausentes, y sus rodillas hechas gelatina sabor a noche de verano con sus dedos entre su pelo, se detenía a admirar el paisaje. Cada tanto había uno. Eventualmente, se daba cuenta que eran espejismos en el humo, que estaba tan sólo a pasos de ser negro, pero mientras tanto esbozaba en ese paisaje un futuro que por pura inocencia o esperanza ilusoria, se sentía posible.
Secretamente, deseaba poder mentirse. Quizás podría decirse que esa habitación era más grande, o dibujar en aire condensado un cuerpo y un abrazo como el mismo que la mantenía prisionera, pero diferente. Quizás podía repetirse lo mismo una y otra vez, como cuando era chica y su mamá le decía que las pesadillas estaban sólo en los sueños; que no había manera de que los monstruos cruzaran el umbral y pisaran su vida. Ahora los monstruos bailaban en su estómago y viajaban por su sangre caliente.
Para no perder la razón actuaba situaciones nuevas en base a las viejas. Recitaba líneas, coloreaba las paredes con sonrisas y escuchaba a las paredes cantarle de vuelta sus gritos. Recorría su cuerpo trazando mapas nuevas y viajes alternativos, convirtiendo el desierto en un océano donde quería que su captor se ahogara. Inventaba idiomas muertos que sus labios pronunciaban a la perfección, y teorizaba esquemas en base a la parábola inversa que latía extasiado su corazón.
La razón siempre volvía. Las conversaciones en su mente eran mentiras, y eran sólo sus manos las que peleaban contra la marea de su cuerpo. Su idioma estaba muerto y olvidado, y los esquemas habían sido borrados por las lágrimas vacías que lavaban su piel.
Perdón por el fuego. Yo sólo quería quemarme.
Nunca quise consumirte.
Orden.
En vista a que estoy escribiendo más de lo que me acostumbré desde Agosto aproximadamente, de ahora en más las entradas van a estar programadas.
Dos veces al día: a las 11 de la mañana y a las 12 de la noche, porque me gustan las horas esas.
Dos veces al día: a las 11 de la mañana y a las 12 de la noche, porque me gustan las horas esas.
I can't even...
Quiero vomitarte dos novelas, tres comics y una docena de películas encima para que entiendas.
Mi estomago de repente no está bien. O capaz no es mi estómago, es algo más. Es esa parte roja que flota entre medio de lo que siente, lo que piensa y la que me grita que me calle la boca y deje de escupir palabras. No sé qué es esto. Es algo, eso sé, pero ¿qué? Hoy no está siendo un buen día.
Sí, las horas pasan. Sí, pasan más rápido de lo que pensaba. Sí, pasan sin nombres, sin apellidos, sin nada. Pero de repente se para el reloj con cuatro letras.
Me acuerdo de la primera vez que le puse nombre a mi pronombre. ¿Por qué me estoy acordando de esto? No quiero acordarme de esto.
Venía bien: sin nombres, sin rostros, sin nada. Y ahora...
Ahora nada.
Mi estomago de repente no está bien. O capaz no es mi estómago, es algo más. Es esa parte roja que flota entre medio de lo que siente, lo que piensa y la que me grita que me calle la boca y deje de escupir palabras. No sé qué es esto. Es algo, eso sé, pero ¿qué? Hoy no está siendo un buen día.
Sí, las horas pasan. Sí, pasan más rápido de lo que pensaba. Sí, pasan sin nombres, sin apellidos, sin nada. Pero de repente se para el reloj con cuatro letras.
Me acuerdo de la primera vez que le puse nombre a mi pronombre. ¿Por qué me estoy acordando de esto? No quiero acordarme de esto.
Venía bien: sin nombres, sin rostros, sin nada. Y ahora...
Ahora nada.
Dream works.
A veces me pasa que me olvido que soy algo diferente a lo que fui. Es como que los límites se borronean un poco y se confunden, pero no para mal. No se mezclan, simplemente no está tan marcado dónde empieza uno y donde terminó el otro. Es como que fue un cambio de capítulo, no un libro completamente distinto el que empecé a escribir.
Suena raro: un libro completamente distinto. ¿Dónde terminó? ¿En El arte de extrañarte? ¿En el llanto de Viernes a la noche con Jorge Drexler sonando de fondo? ¿En el otro Viernes nadando en aguas de ron, vodka y otros ojos? Juro que intento pensarlo pero no veo muy bien el límite hoy. Creo que en la frase "quiero amarla como te amé a vos." Ahí caí en que no era suficiente girar la página. Era una historia que ya estaba vieja y se prestaba a retirarla.
Capaz es el sueño. Capaz es que me acabo de despertar y todavía mi cabeza no conecta muy bien lo que fue con lo que es y lo que siguió siendo en el medio. Sea lo que sea, me acabo de dar cuenta de que no me había dado cuenta hasta este momento que las cosas se sentían diferentes.
Es decir, me había dado cuenta de un cambio. Me lo han dicho y creo que donde lo noto más, es acá. Sin embargo no lo había visto. Ahora lo veo desde afuera, si es que se puede decir. ¿Será esto a lo que se refieren cuando hablan de una experiencia fuera del cuerpo? Insisto, capaz es el sueño.
Lo que sé que no es síntoma y consecuencia del sueño es lo que veo. Es verdad. Hace meses no lo pensaba. Bueno, hace meses no tenía derecho a pensarlo. ¿Cuándo pasó que dejé de buscarlo? ¿Cuándo cerré la puerta? ¿Cuándo llegué a este punto en que dejé de pensar en revisar mi mail cada diez minutos para buscar un nombre conocido?
Odio las nauseas. No recuerdo las mariposas. Pero esto me encanta. Creo que estoy enamorada de esto. Es un poco caótico la verdad. Por esto sí siento un temblor bajo mis piernas. Amo las preguntas.
Es curioso y conflictivo que las ame porque soy un ser curioso que busca respuestas hasta donde no las hay. Sin embargo, cada tanto, estoy bien en la cama con la duda a mi lado. Siento el calor de las dudas y la incertidumbre penetrando mi piel y es el sentimiento más cercano a esas mariposas de las que ustedes tanto hablan que tuve en los últimos años.
Estoy loca, ya sé. ¿Enamorarme de un estado anímico?
Capaz es el sueño.
Lo que sea que sea, quiero acordarme de esto cuando me despierte: este estado anímico sí quema violeta.
No me había dado cuenta.
Suena raro: un libro completamente distinto. ¿Dónde terminó? ¿En El arte de extrañarte? ¿En el llanto de Viernes a la noche con Jorge Drexler sonando de fondo? ¿En el otro Viernes nadando en aguas de ron, vodka y otros ojos? Juro que intento pensarlo pero no veo muy bien el límite hoy. Creo que en la frase "quiero amarla como te amé a vos." Ahí caí en que no era suficiente girar la página. Era una historia que ya estaba vieja y se prestaba a retirarla.
Capaz es el sueño. Capaz es que me acabo de despertar y todavía mi cabeza no conecta muy bien lo que fue con lo que es y lo que siguió siendo en el medio. Sea lo que sea, me acabo de dar cuenta de que no me había dado cuenta hasta este momento que las cosas se sentían diferentes.
Es decir, me había dado cuenta de un cambio. Me lo han dicho y creo que donde lo noto más, es acá. Sin embargo no lo había visto. Ahora lo veo desde afuera, si es que se puede decir. ¿Será esto a lo que se refieren cuando hablan de una experiencia fuera del cuerpo? Insisto, capaz es el sueño.
Lo que sé que no es síntoma y consecuencia del sueño es lo que veo. Es verdad. Hace meses no lo pensaba. Bueno, hace meses no tenía derecho a pensarlo. ¿Cuándo pasó que dejé de buscarlo? ¿Cuándo cerré la puerta? ¿Cuándo llegué a este punto en que dejé de pensar en revisar mi mail cada diez minutos para buscar un nombre conocido?
Odio las nauseas. No recuerdo las mariposas. Pero esto me encanta. Creo que estoy enamorada de esto. Es un poco caótico la verdad. Por esto sí siento un temblor bajo mis piernas. Amo las preguntas.
Es curioso y conflictivo que las ame porque soy un ser curioso que busca respuestas hasta donde no las hay. Sin embargo, cada tanto, estoy bien en la cama con la duda a mi lado. Siento el calor de las dudas y la incertidumbre penetrando mi piel y es el sentimiento más cercano a esas mariposas de las que ustedes tanto hablan que tuve en los últimos años.
Estoy loca, ya sé. ¿Enamorarme de un estado anímico?
Capaz es el sueño.
Lo que sea que sea, quiero acordarme de esto cuando me despierte: este estado anímico sí quema violeta.
No me había dado cuenta.
domingo, 24 de febrero de 2013
Esquizofrenia al cuadrado.
- Intentá, dale.
- No.
- ¿Por qué?
- Porque no quiero.
- Pero, ¿por qué?
- Porque las palabras no me sirven para nada. Las palabras son mentiras. Son mentiras por omisión. No alcanzan.
- ¿Para qué no alcanzan?
- Para escribir esto.
- ¿Por qué no?
- Porque entre letra y letra, hay mil pensamientos abstractos. Hay millones de significantes sin significados, y viceversa.
- Hace lo mejor que puedas.
- No alcanza.
- ¿Por qué?
- Las palabras no son suficientes. Mienten. Mi mirada no.
- Pero no estás mirando a nadie; estás mirando una pantalla.
- Ya habrá tiempo para que mi mirada hable.
- ¿Y si no se entiende?
- Es falta de cancha en mirarla. Hay tiempo.
- Tiempo...
- Callate.
- Siempre te quejás del tiempo. Odiás el tiempo.
- Capaz no es tan malo a veces.
- Intentá.
- No.
- ¿Por qué?
- Porque para escribir esta entrada, necesito escribir un diccionario nuevo que reinvente el idioma o crear uno nuevo.
- Hacelo.
- Lo hago.
- ¿Cuándo? ¿Cómo?
- Con mis ojos. A mí, las palabras me fallan, pero ¿mis ojos? Ellos no mienten. Ellos dicen todo.
- No.
- ¿Por qué?
- Porque no quiero.
- Pero, ¿por qué?
- Porque las palabras no me sirven para nada. Las palabras son mentiras. Son mentiras por omisión. No alcanzan.
- ¿Para qué no alcanzan?
- Para escribir esto.
- ¿Por qué no?
- Porque entre letra y letra, hay mil pensamientos abstractos. Hay millones de significantes sin significados, y viceversa.
- Hace lo mejor que puedas.
- No alcanza.
- ¿Por qué?
- Las palabras no son suficientes. Mienten. Mi mirada no.
- Pero no estás mirando a nadie; estás mirando una pantalla.
- Ya habrá tiempo para que mi mirada hable.
- ¿Y si no se entiende?
- Es falta de cancha en mirarla. Hay tiempo.
- Tiempo...
- Callate.
- Siempre te quejás del tiempo. Odiás el tiempo.
- Capaz no es tan malo a veces.
- Intentá.
- No.
- ¿Por qué?
- Porque para escribir esta entrada, necesito escribir un diccionario nuevo que reinvente el idioma o crear uno nuevo.
- Hacelo.
- Lo hago.
- ¿Cuándo? ¿Cómo?
- Con mis ojos. A mí, las palabras me fallan, pero ¿mis ojos? Ellos no mienten. Ellos dicen todo.
Anónimo: I'm all shook up.
La lluvia le había lavado todas las palabras. Había granizado posibles desenlaces y cada pensamiento había dejado un agujero en el piso, en el techo del auto. El piso había temblado y los relojes se habían parado. El viento había volado las páginas del calendario y, sin importar adónde mirara, todo marcaba el mismo día, la misma hora: diecisiete de enero, a las cinco de la mañana. Su ropa todavía yacía en el suelo. Al lado reposaban una copa de vino vacía y sus esperanzas en piezas.
"No significó nada" se repetía una y otra vez mientras sonaba la ausencia de música haciendo eco en cada pared que había sido desnudada de cada foto, cada souvenir.
Las piernas le temblaban. Lo que no se había ido con el agua, se había escurrido por el desagüe de la cocina, o por la rejilla del baño.
"Pensás mucho."
Desde donde ella lo veía, no pensaba lo suficiente. Quizás de haberlo hecho con más afán, podría haber visto las señales en sus manos, o escuchado sus gritos en cada texto que había leído. Quizás de haber pensado un poco más, la secuencia hubiese sido diferente. Con cada segundo que pasaba, sus pensamientos rompían los pocos recuerdos que quedaban intactos; los descomponía en piezas pequeñas y los distribuía en la mesa, donde noches atrás había dos platos dispuestos a servir a otro momento. Analizaba cada una de ellas: sus puntas filosas, sus relieves, sus faltas y atributos. Al cabo de horas era una masa deshecha enfrentada a un océano de piezas de rompecabezas que, aunque intentara, no podía volver a armar.
Algo faltaba. Sus ojos, capaz. Tenía los brazos en su cintura y las piernas en el marco de la puerta, pero faltaban sus ojos. Eran ellos los que lo hacían él. Nunca lo había notado. Eran detalles que había dejado pasar de largo y tomado por sentado. ¿Cómo? Ahora sonaba tan obvio.
"No significó nada" se repetía una y otra vez mientras sonaba la ausencia de música haciendo eco en cada pared que había sido desnudada de cada foto, cada souvenir.
Las piernas le temblaban. Lo que no se había ido con el agua, se había escurrido por el desagüe de la cocina, o por la rejilla del baño.
"Pensás mucho."
Desde donde ella lo veía, no pensaba lo suficiente. Quizás de haberlo hecho con más afán, podría haber visto las señales en sus manos, o escuchado sus gritos en cada texto que había leído. Quizás de haber pensado un poco más, la secuencia hubiese sido diferente. Con cada segundo que pasaba, sus pensamientos rompían los pocos recuerdos que quedaban intactos; los descomponía en piezas pequeñas y los distribuía en la mesa, donde noches atrás había dos platos dispuestos a servir a otro momento. Analizaba cada una de ellas: sus puntas filosas, sus relieves, sus faltas y atributos. Al cabo de horas era una masa deshecha enfrentada a un océano de piezas de rompecabezas que, aunque intentara, no podía volver a armar.
Algo faltaba. Sus ojos, capaz. Tenía los brazos en su cintura y las piernas en el marco de la puerta, pero faltaban sus ojos. Eran ellos los que lo hacían él. Nunca lo había notado. Eran detalles que había dejado pasar de largo y tomado por sentado. ¿Cómo? Ahora sonaba tan obvio.
sábado, 23 de febrero de 2013
Creo que nunca fui tan feliz como cuando estaba en una relación con alguien que me invitaba a desayunar. Siempre me gustó más que la idea de una cena. Antes del trabajo, después de una salida con mis amigas. Hay algo en el desayuno que lo hace especial. Tiene una dulcura inherente. No hay mentiras que se puedan ocultar en la oscuridad de la noche, y las intenciones, como los sueños, están a flor de piel.
Un desayuno marca el tono. Es verdad, una mala noticia mientras el día todavía tiene lagañas en los ojos puede tener un peso catastrófico. Pero una sonrisa con esperanza ciega a primera hora puede tener tanta fuerza como la vida misma.
Un desayuno marca el tono. Es verdad, una mala noticia mientras el día todavía tiene lagañas en los ojos puede tener un peso catastrófico. Pero una sonrisa con esperanza ciega a primera hora puede tener tanta fuerza como la vida misma.
Vómito verbal II
Por primera vez en meses, no tengo ganas de salir de mi cama. Tengo rol en una horas y hace tiempo eso venía siendo razón suficiente para hacerme estirar las piernas. En vez, me siento y pienso sobre temas que me da lo mismo pensar, como por qué no uso sangrías en mis entradas o por qué a veces ciertas teclas de mi teclado dejan de funcionar, pero nunca son las mismas, y siempre se soluciona antes de que me cuenta, por lo cual nunca parece ser síntoma de algo más.
Así empiezo el tren de pensamiento, meditando sobre el que tuve ayer. Pienso en cómo lo que terminó saliendo de mi boca como últimas palabras del día, habían sido efectos colaterales de una frase que me dije a mí misma a las siete de la mañana en el camino a la oficina. "Nauseas." Todo empezó con esa palabra. Y a su vez, si lo intento pensar, se conecta con una conversación que tuve con alguien en mi cabeza el otro día, cuando me dije -textual- "y eso que ustedes llaman mariposas, yo las siento como nauseas."
Sigo pensando y me acuerdo de mis 19 años. Parecen tan lejos pero fue hace tan sólo un tiempo.
Tiempo. Tiempo es lo que pasa mientras intento no pensar, pensando en cosas que me da lo mismo si pasan o no. Esta vez falla la letra c.
Tenía 19, me enamoré. Ilusa. Fue rápido, más no indoloro. Digámosle Gastón. Caí fuerte. Estoy segura de que si la gente deja marcas, la mía en ese momento fue un cráter. En fin, me enamoré. No funcionó, por si no se dieron cuenta. Me dolió, lloré, grité, me enojé. Hice todo el trámite que uno tiene que hacer para sufrir y no sufrir más. Eventualmente, dejó de ser lo que pensaba en todo momento. Eventualmente, pensé en otra persona, aunque Gastón seguía ahí. ¡Y eso que ni siquiera estaba! Rafael -digámosle así- vino. Cráter se queda corto para expresar su marca en mí. Me descompuse, mejor dicho. De nuevo, NAUSEAS. No fue rápido esta vez. Fue lento. Pero de ese lento que es demasiado lento y que arrastra las cosas y saca chispas contra el suelo. De nuevo, TIEMPO. Nos tomamos el nuestro, que fue mucho. Las nauseas nunca se fueron y eventualmente me hicieron vomitar el mundo. Cráter. Mi mundo, su mundo y por ende, el nuevo, en piezas. Entonces alguien más vino y confundió el espacio por algo más que un vacío. Así quedo.
Esta conversación la tuve hace una semana. Hace una semana escribí mil palabras que no existen, que no alcanzan entre las letras A y la O. Hoy no funciona la C.
Nauseas.
Parezco un disco rayado. ¿Por qué pienso en nauseas?
Porque hace dos días hablaba con mi cabeza y mi cabeza me recordó que Leandro me hizo pensar que las Nauseas eran algo más, pero terminaron siendo síntoma de una enfermedad que yo misma me hacía creer que no tenía, cuando me la contagié yo solita. Leandro se fue. Y acá estoy. Tiempo mediante, pienso.
Pienso en las Nauseas, en que nunca se fueron. Nunca se convirtieron en mariposas. En ese aspecto, nada cambió. Pero yo cambié, y desde entonces no siento nauseas. No se equivoquen, tampoco hay mariposas, pero no hay nauseas. Hay enamoramientos en el colectivo y cómoledoyaesechico y diossantocómomegustaríaquelascosasnofuesenasí, pero no hay nauseas.
Vuelvo a la conversación esa de hace dos días. Cambié. ¿Algo más habrá cambiado? ¿Podré sentir algo más que nauseas ahora?
Ya no entran en juego ni Gastón, ni Rafael, ni Leandro, ni César ni nadie. Soy yo. Soy yo y el tiempo y, espero, que con el tiempo, sea yo con algo nuevo más que nauseas.
Pero ya veré. La incertidumbre me mata. ¿Puedo sentir algo más? ¿Soy capaz?
Por ahora me conformo con no sentir mariposas en la ausencia de las nauseas.
Capaz así me de cuenta cuando algo es bueno: cuando me sorprenda y no me enferme y no quiera vomitar mis entrañas.
Nauseas. Tiempo. Algo. Residuos de un Slam.
Así empiezo el tren de pensamiento, meditando sobre el que tuve ayer. Pienso en cómo lo que terminó saliendo de mi boca como últimas palabras del día, habían sido efectos colaterales de una frase que me dije a mí misma a las siete de la mañana en el camino a la oficina. "Nauseas." Todo empezó con esa palabra. Y a su vez, si lo intento pensar, se conecta con una conversación que tuve con alguien en mi cabeza el otro día, cuando me dije -textual- "y eso que ustedes llaman mariposas, yo las siento como nauseas."
Sigo pensando y me acuerdo de mis 19 años. Parecen tan lejos pero fue hace tan sólo un tiempo.
Tiempo. Tiempo es lo que pasa mientras intento no pensar, pensando en cosas que me da lo mismo si pasan o no. Esta vez falla la letra c.
Tenía 19, me enamoré. Ilusa. Fue rápido, más no indoloro. Digámosle Gastón. Caí fuerte. Estoy segura de que si la gente deja marcas, la mía en ese momento fue un cráter. En fin, me enamoré. No funcionó, por si no se dieron cuenta. Me dolió, lloré, grité, me enojé. Hice todo el trámite que uno tiene que hacer para sufrir y no sufrir más. Eventualmente, dejó de ser lo que pensaba en todo momento. Eventualmente, pensé en otra persona, aunque Gastón seguía ahí. ¡Y eso que ni siquiera estaba! Rafael -digámosle así- vino. Cráter se queda corto para expresar su marca en mí. Me descompuse, mejor dicho. De nuevo, NAUSEAS. No fue rápido esta vez. Fue lento. Pero de ese lento que es demasiado lento y que arrastra las cosas y saca chispas contra el suelo. De nuevo, TIEMPO. Nos tomamos el nuestro, que fue mucho. Las nauseas nunca se fueron y eventualmente me hicieron vomitar el mundo. Cráter. Mi mundo, su mundo y por ende, el nuevo, en piezas. Entonces alguien más vino y confundió el espacio por algo más que un vacío. Así quedo.
Esta conversación la tuve hace una semana. Hace una semana escribí mil palabras que no existen, que no alcanzan entre las letras A y la O. Hoy no funciona la C.
Nauseas.
Parezco un disco rayado. ¿Por qué pienso en nauseas?
Porque hace dos días hablaba con mi cabeza y mi cabeza me recordó que Leandro me hizo pensar que las Nauseas eran algo más, pero terminaron siendo síntoma de una enfermedad que yo misma me hacía creer que no tenía, cuando me la contagié yo solita. Leandro se fue. Y acá estoy. Tiempo mediante, pienso.
Pienso en las Nauseas, en que nunca se fueron. Nunca se convirtieron en mariposas. En ese aspecto, nada cambió. Pero yo cambié, y desde entonces no siento nauseas. No se equivoquen, tampoco hay mariposas, pero no hay nauseas. Hay enamoramientos en el colectivo y cómoledoyaesechico y diossantocómomegustaríaquelascosasnofuesenasí, pero no hay nauseas.
Vuelvo a la conversación esa de hace dos días. Cambié. ¿Algo más habrá cambiado? ¿Podré sentir algo más que nauseas ahora?
Ya no entran en juego ni Gastón, ni Rafael, ni Leandro, ni César ni nadie. Soy yo. Soy yo y el tiempo y, espero, que con el tiempo, sea yo con algo nuevo más que nauseas.
Pero ya veré. La incertidumbre me mata. ¿Puedo sentir algo más? ¿Soy capaz?
Por ahora me conformo con no sentir mariposas en la ausencia de las nauseas.
Capaz así me de cuenta cuando algo es bueno: cuando me sorprenda y no me enferme y no quiera vomitar mis entrañas.
Nauseas. Tiempo. Algo. Residuos de un Slam.
Explicación de los residuos.
Normalmente no hago esto de explicar las entradas que hago mientras estoy, em, intoxicada. Pero el que subí hace un rato tiene un contexto histórico en la vida de Juli y viene enganchado de una lección de vida que aprendí a los 15 y a cosas que vengo pensando últimamente, así que quiero explicarlo.
El pequeño tema es que son las cinco y media, yo acabo de llegar a casa y me muero de sueño. Por esta razón y para asegurarme de no olvidarme las cosas, hago puntos rápidos al respecto y mañana, si me acuerdo, me explayo.
a) Entrada conectada con (digámosle) Gastón.
b) Escrita porque el Slam de anoche me dejó un poco bajoneada y nostálgica y pensando en crecer y lecciones varias.
c) Lo escribí pensando en los adioses que he tenido que decir, y este en particular.
d) Para explicar, y para aquellos que ya me han leído entiendan por dónde viene la mano:
El pequeño tema es que son las cinco y media, yo acabo de llegar a casa y me muero de sueño. Por esta razón y para asegurarme de no olvidarme las cosas, hago puntos rápidos al respecto y mañana, si me acuerdo, me explayo.
a) Entrada conectada con (digámosle) Gastón.
b) Escrita porque el Slam de anoche me dejó un poco bajoneada y nostálgica y pensando en crecer y lecciones varias.
c) Lo escribí pensando en los adioses que he tenido que decir, y este en particular.
d) Para explicar, y para aquellos que ya me han leído entiendan por dónde viene la mano:
- No te quiero perder...
- No lo digas.
- Pero los dos lo sabemos. No va a hacer ninguna diferencia.
- Lo hace peor: más difícil.
- ¿Y la verdad no es difícil?
- No lo digas.
- Me estoy enamorando de vos.
e) Oh, qué dulces que fueron mis 18 años.
Residuos de un Slam.
Cerraste el libro. Yo quería seguir escribiendo. Me arrancaste las páginas y borraste mis palabras sin siquiera esperar a que terminaran de salir de mis ojos.
Cerraste el libro y se me vino encima el vacío. En el punto final leo tu ausencia a mi lado y la victoria de las mentiras que me vendiste por días, prometiendo un valor que ni vos, ni yo, podríamos negar.
Cerraste el libro. Me cerraste a mí. Cerraste la puerta y quedé afuera; ahora camino y viajo y vivo, y vos quedaste en el vacío de sus ojos que te prometieron el agua de vida y te ahogaron en sed.
Quemaste las hojas que hacían los puentes que te unían a mí con cada beso partido y cada silencio interrumpido. Me cerraste el libro.
Espero que vivas cada coma, cada mayúscula, cada comilla, y que sepas en cada día, en cada lluvia, en cada canción que mis labios murmuran a paredes desnudas de tus gritos coloridos, que aquel libro que cerraste era tan tuyo como mío.
Cerraste el libro y se me vino encima el vacío. En el punto final leo tu ausencia a mi lado y la victoria de las mentiras que me vendiste por días, prometiendo un valor que ni vos, ni yo, podríamos negar.
Cerraste el libro. Me cerraste a mí. Cerraste la puerta y quedé afuera; ahora camino y viajo y vivo, y vos quedaste en el vacío de sus ojos que te prometieron el agua de vida y te ahogaron en sed.
Quemaste las hojas que hacían los puentes que te unían a mí con cada beso partido y cada silencio interrumpido. Me cerraste el libro.
Espero que vivas cada coma, cada mayúscula, cada comilla, y que sepas en cada día, en cada lluvia, en cada canción que mis labios murmuran a paredes desnudas de tus gritos coloridos, que aquel libro que cerraste era tan tuyo como mío.
viernes, 22 de febrero de 2013
¿Y esto de dónde salió?
Salgo y el viento me grita tu nombre y las luces delanteras del colectivo que tengo sí o sí que tomarme me ven con tus ojos. Esos ojos que en algún momento me rompieron las rodillas; esos que me dieron nauseas que algunos llaman mariposas. No me gusta este ruido. No me gusta escucharte en las bocinas y ver lágrimas en las partículas que se hacen visibles sólo a veces, cuando uno mira, como las que lloré a escondidas cuando pronunciaste esas palabras. No quiero recordar el dolor y la incertidumbre en cada bache y ver recuerdos en cada fachada de cada edificio. No me gusta que tu rostro esté plastificado en cada calle.
Te puedo convertir en tan sólo un recuerdo.
Pero no. No sos una ilusión. No sos tan sólo una pesadilla que estoy forzada a vivir día tras día en cada taza de café. No sos un antojo de medianoche. Sos vos.
Te puedo convertir en tan sólo un recuerdo.
Pero no. No sos una ilusión. No sos tan sólo una pesadilla que estoy forzada a vivir día tras día en cada taza de café. No sos un antojo de medianoche. Sos vos.
Esta noche
- No entiendo por qué mierda me querés después de todo lo que hice.
Porque tus manos me anclan a esta realidad cuando ya tuve demasiada vida para un día, y tus besos me recuerdan que si aguanto una hora más, un minuto más, un día más, capaz te veo o te hablo o te siento al lado mío cuando no estás.
- Yo a veces también intento pensarlo, y me pregunto lo mismo.
- No entiendo por qué la duda no te gana y cruzás la puerta...
Porque hay una duda más grande en tus ojos y en tu boca y en tus palabras y en tus silencios que todavía quiero contestar.
- Yo tampoco.
- No quiero que la cruces.
No la cruzaría.
- Vemos.
Porque tus manos me anclan a esta realidad cuando ya tuve demasiada vida para un día, y tus besos me recuerdan que si aguanto una hora más, un minuto más, un día más, capaz te veo o te hablo o te siento al lado mío cuando no estás.
- Yo a veces también intento pensarlo, y me pregunto lo mismo.
- No entiendo por qué la duda no te gana y cruzás la puerta...
Porque hay una duda más grande en tus ojos y en tu boca y en tus palabras y en tus silencios que todavía quiero contestar.
- Yo tampoco.
- No quiero que la cruces.
No la cruzaría.
- Vemos.
Leer entre líneas
Si tuviese que elegir un super poder, querría el poder de las palabras. Me gustaría soplar al viento y que de mi aliento salgan versos, y que mis ojos disparen comas y puntos y le den forma a los acentos. Si tan sólo pudiese estirar las palabras y moldearlas, como a veces ellas mismas hacen cuando agarran nuestros corazones y los manipulan como si estuviesen hechos de masa.
Si tan sólo pudiese controlarlas. Usaría mis rayos para leer entre líneas y pelearía el silencio con objetos directos. Pero las palabras no son mías. Las palabras son libres y corren por la vida, poniendo predicativos subjetivos donde uno piensa que no los necesita. Caen como lluvia y te bañan de sentidos y sentimientos que no hay paraguas o piloto que detengan. Si pudiese controlarlas, si pudiese hacer algo más que saborearlas a medida que el aire vibra en mi garganta y se forma en oraciones saliendo de mi boca y entrando en otra...
Si de algo sirviera desear, pediría controlarlas para nunca más dejar que permanezcan encerradas. Volaría las paredes que analizan conexiones entre predicado y subjetivo, y condenaría las mentes empecinadas en hacer que cumplan reglas para las cuales no están hechas. Nunca más nos detendríamos a pensar si una palabra es la correcta para expresar lo que podemos decir de tantas otras maneras. Prohibiría las trabas de los yquésis y desterraría para siempre al subconsciente que se atreva a imponer pelea.
Si tan sólo pudiese controlarlas, las dejaría ser porque nunca fueron mías, ni tuyas. Son tan suyas que se infiltran bajo tu piel, hasta que podés sentirlas latir en el silencio de una canción, de una dedicación, de una carta, o de una voz ajena.
Si tan sólo pudiese controlarlas. Usaría mis rayos para leer entre líneas y pelearía el silencio con objetos directos. Pero las palabras no son mías. Las palabras son libres y corren por la vida, poniendo predicativos subjetivos donde uno piensa que no los necesita. Caen como lluvia y te bañan de sentidos y sentimientos que no hay paraguas o piloto que detengan. Si pudiese controlarlas, si pudiese hacer algo más que saborearlas a medida que el aire vibra en mi garganta y se forma en oraciones saliendo de mi boca y entrando en otra...
Si de algo sirviera desear, pediría controlarlas para nunca más dejar que permanezcan encerradas. Volaría las paredes que analizan conexiones entre predicado y subjetivo, y condenaría las mentes empecinadas en hacer que cumplan reglas para las cuales no están hechas. Nunca más nos detendríamos a pensar si una palabra es la correcta para expresar lo que podemos decir de tantas otras maneras. Prohibiría las trabas de los yquésis y desterraría para siempre al subconsciente que se atreva a imponer pelea.
Si tan sólo pudiese controlarlas, las dejaría ser porque nunca fueron mías, ni tuyas. Son tan suyas que se infiltran bajo tu piel, hasta que podés sentirlas latir en el silencio de una canción, de una dedicación, de una carta, o de una voz ajena.
jueves, 21 de febrero de 2013
Influencia.
- Entonces, ¿fue todo una mentira?
- No te estoy diciendo eso.
- ¿Qué me estás diciendo?
- Que parte de mi desearía que no fuera tan verdad.
Mis párpados pesan y mis ojos se duermen de a poco, cantándose la imagen del color de tu mirada lentamente yéndose y licuándose con los sonidos de la música, y las voces de los extraños, y el ruido de la dulce ignorancia (mezclada con la ilusa fantasía), y el olor de la lluvia en tu piel. La paleta de emociones que minutos atrás tomaban mi mente se condensa al tono de la luz reflejada en la comisura de tu boca.
Me siento acá y pienso excusas y mentiras que me persuadan de comprar la historia que tus palabras pintan. Me siento acá y debato si alzar la bandera de derrota sería tan malo, porque el sabor de tu lengua y el fuego que las yemas de tus dedos imprimen en mi cintura parecen dignos adversarios.
¿Acaso sería tan malo? Le susurro al vaso y veo destellos de un futuro que podría ser escrito en la oscuridad del rincón de mi cabeza que hasta ahora venía suprimiendo pensamientos. ¿Acaso sería tan malo? Le grito al viento en la letra de la canción que los dos nos sabemos.
¿Acaso sería tan malo rendirse ante una posibilidad, dado que hasta hora las certezas han develado una y otra vez un catastrófico final? Esa posibilidad llama al sueño mientras el viento batido del ventilador de mi habitación remarca el contorno del lugar en mi cama que vos podrías ocupar.
- No te estoy diciendo eso.
- ¿Qué me estás diciendo?
- Que parte de mi desearía que no fuera tan verdad.
Mis párpados pesan y mis ojos se duermen de a poco, cantándose la imagen del color de tu mirada lentamente yéndose y licuándose con los sonidos de la música, y las voces de los extraños, y el ruido de la dulce ignorancia (mezclada con la ilusa fantasía), y el olor de la lluvia en tu piel. La paleta de emociones que minutos atrás tomaban mi mente se condensa al tono de la luz reflejada en la comisura de tu boca.
Me siento acá y pienso excusas y mentiras que me persuadan de comprar la historia que tus palabras pintan. Me siento acá y debato si alzar la bandera de derrota sería tan malo, porque el sabor de tu lengua y el fuego que las yemas de tus dedos imprimen en mi cintura parecen dignos adversarios.
¿Acaso sería tan malo? Le susurro al vaso y veo destellos de un futuro que podría ser escrito en la oscuridad del rincón de mi cabeza que hasta ahora venía suprimiendo pensamientos. ¿Acaso sería tan malo? Le grito al viento en la letra de la canción que los dos nos sabemos.
¿Acaso sería tan malo rendirse ante una posibilidad, dado que hasta hora las certezas han develado una y otra vez un catastrófico final? Esa posibilidad llama al sueño mientras el viento batido del ventilador de mi habitación remarca el contorno del lugar en mi cama que vos podrías ocupar.
miércoles, 20 de febrero de 2013
John Cusack tiene un hermano gemelo que me gusta tanto más.
Embellecer la mentira para que suena a verdad, es tarea de estúpidos.
¿Adornar la verdad para que parezca mentira? Eso es algo para los que somos talentosos.
Mañana me explayo.
¿Adornar la verdad para que parezca mentira? Eso es algo para los que somos talentosos.
Mañana me explayo.
Orden.
De a poco le voy poniendo etiquetas a este despelote así cuando vuelva a leer entradas viejas entiendo qué (o quién) pasaba por mi mente.
Si todo sale bien, va a haber entradas con nombres. Sale disclaimer anticipado para decirles que los nombres que van a aparecer son ficticios.
Si todo sale bien, va a haber entradas con nombres. Sale disclaimer anticipado para decirles que los nombres que van a aparecer son ficticios.
Renderizame esta.
La habitación estaba fría. La ventana abierta, el viento volando las cortinas. Pero ella... Ella estaba en otro mundo donde la temperatura mínima era 140º y el viento lo único que hacía era simular sus manos por sus piernas mientras se deshacía de la poca tela que tenía encima. Con tan sólo cerrar los ojos detenía el tiempo o lo manipulaba a su favor, yuxtaponiendo el antes con el ahora, creando un completamente diferente después. En su mente, no se había ido. Ese beso no había tenido el sabor a despedida y la noche no había cerrado la puerta con un mundo infinito de yquésis y ahoraquès. En su mente sentía su boca recorriendo el camino que sus manos trazaban y su cuerpo temblando por el roce de sus labios.
Era otro mundo, sin duda. En este, el único tiempo que pasaba era ese que se media en los golpes contra la pared de la cabecera de la cama, o en suspiros negados que decían no mientras cada parte de su ser decía sí.
El olor a lluvia irrumpía en la habitación, pero ella tan sólo podía saborear los efectos residuales de los besos en su cuello y las yemas de sus dedos en su piel.
Era otro mundo, sin duda. En este, el único tiempo que pasaba era ese que se media en los golpes contra la pared de la cabecera de la cama, o en suspiros negados que decían no mientras cada parte de su ser decía sí.
El olor a lluvia irrumpía en la habitación, pero ella tan sólo podía saborear los efectos residuales de los besos en su cuello y las yemas de sus dedos en su piel.
lunes, 18 de febrero de 2013
No puedo comer porque mi organismo sólo procesa que quiere alimentarse de vos.
me duele pensar en nombres y apellidos y edades e historias y espacios y tiempos compartidos.
me duele que no duela porque estoy acostumbrada al dolor.
ya no más.
me duele que no duela porque estoy acostumbrada al dolor.
ya no más.
Me gustaría quererte. Te juro.
Parte de mí daría media vida por volver las agujas del reloj atrás y deshacer el tiempo que pasó entre un error y otro. Volver a aquel día en que te conocí, o anotarlo en otra fecha. Tanto así como me encantaría borrar otros nombres de mi lista.
Ojalá pudiese soñar con vos como se supone que tendría que hacer, o pensar en tus ojos cuando en realidad ni siquiera me acuerdo de cómo suena tu voz. Tiempo atrás la escuchaba hasta en el fondo del vaso. Hoy no parece quedarse cuando la noche cae y te aleja de mí.
Me encantaría poder cambiar su peso por el tuyo, pero aparentemente es mucho pedir. Lo intenté, quiero que lo sepas. Traté de ponerte a vos antes, y de abrirme los ojos para ver todo lo que racionalmente sé que tenes de bueno, pero si la vida fuese tan fácil, yo no habría sido quien fui cuando me conociste y notaste algo en mí.
Con suerte, algún día te veré con ojos nuevos -o mejor dicho, con los viejos-, pero hasta entonces, perdón.
Te pido perdón porque pienso en lo que vos invertiste en mí. Espero que si algo pasa, no sea tarde. Parte de mí todavía te quiere, pero esa parte es débil y se escapa en otros ojos y otros labios y otras palabras que vos no me podés decir. No te las creería si me las dijeras. Ya las has dicho. Seguro se las dijiste a ella también mientras me las decías con tus manos en mi cintura y la presión de tu cadera hará un año atrás. Fui un parche en tu vida mientras se curaban las heridas que tenías con otra persona, y lamento con toda mi poca fuerza haber hecho lo mismo con vos. Vas a seguir siendo el mismo chico lindo que una vez vi, del cual me enamoré apresuradamente, aún cuando sabía que no tenía que. Espero que a pesar de todo, siga siendo lo que vos viste y me dijiste hace tres días.
De la A, a la O, el arrepentimiento que siento tiene mil letras que no existen y que no puedo escribir.
Parte de mí daría media vida por volver las agujas del reloj atrás y deshacer el tiempo que pasó entre un error y otro. Volver a aquel día en que te conocí, o anotarlo en otra fecha. Tanto así como me encantaría borrar otros nombres de mi lista.
Ojalá pudiese soñar con vos como se supone que tendría que hacer, o pensar en tus ojos cuando en realidad ni siquiera me acuerdo de cómo suena tu voz. Tiempo atrás la escuchaba hasta en el fondo del vaso. Hoy no parece quedarse cuando la noche cae y te aleja de mí.
Me encantaría poder cambiar su peso por el tuyo, pero aparentemente es mucho pedir. Lo intenté, quiero que lo sepas. Traté de ponerte a vos antes, y de abrirme los ojos para ver todo lo que racionalmente sé que tenes de bueno, pero si la vida fuese tan fácil, yo no habría sido quien fui cuando me conociste y notaste algo en mí.
Con suerte, algún día te veré con ojos nuevos -o mejor dicho, con los viejos-, pero hasta entonces, perdón.
Te pido perdón porque pienso en lo que vos invertiste en mí. Espero que si algo pasa, no sea tarde. Parte de mí todavía te quiere, pero esa parte es débil y se escapa en otros ojos y otros labios y otras palabras que vos no me podés decir. No te las creería si me las dijeras. Ya las has dicho. Seguro se las dijiste a ella también mientras me las decías con tus manos en mi cintura y la presión de tu cadera hará un año atrás. Fui un parche en tu vida mientras se curaban las heridas que tenías con otra persona, y lamento con toda mi poca fuerza haber hecho lo mismo con vos. Vas a seguir siendo el mismo chico lindo que una vez vi, del cual me enamoré apresuradamente, aún cuando sabía que no tenía que. Espero que a pesar de todo, siga siendo lo que vos viste y me dijiste hace tres días.
De la A, a la O, el arrepentimiento que siento tiene mil letras que no existen y que no puedo escribir.
De la A a la O: Explicación.
Paso a explicar los títulos escritos y los que probablemente seguiré escribiendo.
Sin entrar en muchos detalles, estos títulos son las pocas historias que escribo que son 100% reales. Sí, no miento en estas. Ni un poquito, lo cual todavía me suena raro hasta a mí.
Todo empezó por un mensaje de texto viniendo de quien inspiró esta entrada. La historia es compleja. No quiero entrar mucho en detalle porque, de nuevo, esto de la honestidad es juego nuevo para mí, y no quiero meterme de cabeza y de una. Básicamente, la historia es una historia de errores, arrepentimiento, confusión y un dilema. Haciendo la historia larga corta, lo resumo a decirles que lastimé a alguien que no quería lastimar. De ahí salió el arrepentimiento. La confusión y lo demás que salga, son efectos colaterales que no me veía venir y que ahora tengo que manejar.
En fin, esa es la única explicación que me doy permiso a dar por ahora.
En caso de tener más dudas, por favor pregunten de manera privada.
Hasta entonces, lo único que voy a decir es:
Disculpame. Sos vos el que me tiene que perdonar a mí.
Sin entrar en muchos detalles, estos títulos son las pocas historias que escribo que son 100% reales. Sí, no miento en estas. Ni un poquito, lo cual todavía me suena raro hasta a mí.
Todo empezó por un mensaje de texto viniendo de quien inspiró esta entrada. La historia es compleja. No quiero entrar mucho en detalle porque, de nuevo, esto de la honestidad es juego nuevo para mí, y no quiero meterme de cabeza y de una. Básicamente, la historia es una historia de errores, arrepentimiento, confusión y un dilema. Haciendo la historia larga corta, lo resumo a decirles que lastimé a alguien que no quería lastimar. De ahí salió el arrepentimiento. La confusión y lo demás que salga, son efectos colaterales que no me veía venir y que ahora tengo que manejar.
En fin, esa es la única explicación que me doy permiso a dar por ahora.
En caso de tener más dudas, por favor pregunten de manera privada.
Hasta entonces, lo único que voy a decir es:
Disculpame. Sos vos el que me tiene que perdonar a mí.
De la A a la O: Confusión.
El tiempo y el conocimiento le pesaban. La experiencia le tiraba de los brazos y la anclaba al piso, que poco a poco la tragaba. Sentía cómo su mente se llenaba de imágenes y frases quizás ya dichas y olvidadas. Sus ojos recorrían el camino que sus piernas cansadas ya habían en algún momento caminado, sin pisar fuerte, sin dejar marca nuevamente; pero sin importar qué tan duro intentaba, siempre volvían al mismo recuerdo.
Vas a conocer al príncipe de tu vida.
Cada célula de ella rogaba que esto fuese cierto. Ese recuerdo era una maldición imposible de dejar atrás. El tiempo hacía de ella una esclava y, sin importar lugar o fecha, ella siempre volvía. Quería estar sentada en aquel mismo asiento trasero de aquel conductor que parecía saber exactamente cuál era su destino. Quería poseer la voz de aquella chica -quizás ilusa, u optimista- y gritar que nunca se haría verdad. Quería volver y torturar a aquella persona que por años la había torturado a ella con promesas incumplidas, demandar una explicación por esas falacias, por la esperanza vacía que le había dado.
¿Un príncipe? Si había algo que la vida le había demostrado era que su castillo por siempre sería una casa de naipes. La tormenta más suave con sus gotas de sal barrerían sus paredes y la llevarían al piso. Con tiempo y más esfuerzo del que tendría, sería su tarea reparar los daños. Los temblores, el viento, la enfermedad misma que permanecía en los cimientos, eran algo que ya había tenido que arreglar más de una vez. Todo por aquella idiota promesa.
Su mente visitaba de nuevo ese recuerdo mientras su pelo acariciaba la almohada y sus manos recorrían el camino que desearía él pudiese trazar. ¿Un príncipe?
Yeah, right.
Algún día.
Vas a conocer al príncipe de tu vida.
Cada célula de ella rogaba que esto fuese cierto. Ese recuerdo era una maldición imposible de dejar atrás. El tiempo hacía de ella una esclava y, sin importar lugar o fecha, ella siempre volvía. Quería estar sentada en aquel mismo asiento trasero de aquel conductor que parecía saber exactamente cuál era su destino. Quería poseer la voz de aquella chica -quizás ilusa, u optimista- y gritar que nunca se haría verdad. Quería volver y torturar a aquella persona que por años la había torturado a ella con promesas incumplidas, demandar una explicación por esas falacias, por la esperanza vacía que le había dado.
¿Un príncipe? Si había algo que la vida le había demostrado era que su castillo por siempre sería una casa de naipes. La tormenta más suave con sus gotas de sal barrerían sus paredes y la llevarían al piso. Con tiempo y más esfuerzo del que tendría, sería su tarea reparar los daños. Los temblores, el viento, la enfermedad misma que permanecía en los cimientos, eran algo que ya había tenido que arreglar más de una vez. Todo por aquella idiota promesa.
Su mente visitaba de nuevo ese recuerdo mientras su pelo acariciaba la almohada y sus manos recorrían el camino que desearía él pudiese trazar. ¿Un príncipe?
Yeah, right.
Algún día.
In another world,
Era conveniente que lloviera. Se sentía seguro. Servía de excusa y de razón. Las gotas de agua colándose por la ventana abierta escondían las lágrimas saladas corriendo por su rostro, y cumplían con la promesa de siempre de detener el tiempo. Poner un pie en la realidad significaba enfrentarse a un mundo atroz de posibilidades: frío, soledad, enfermedades emocionales. En cambio, bajo ese techo y enfrascados dentro de esas cuatro paredes, era el placer el que inundaba la habitación, no el agua. Las sábanas blancas los protegían de las verdades que esperaban por ellos afuera, mientras las gotas golpeaban el traga luz de vidrio y reflejaban colores mágicos en cada línea: contorneaban su sonrisa, remarcaban sus ojos marrones y escondían de ellos las sombras que se esmeraban por ocultarse en sus cuerpos.
Las manijas del reloj sonaban en ella de pies a cabeza. Con el tiempo se dio cuenta que era, de hecho, una maquinaria más pesada y compleja. Tal vez era su corazón mismo el que hacía eco en cada rincón. Hacía tanto tiempo había olvidado que contaba con tanta fuerza dentro de ella. Y, después de todo, acá estaba ese ritmo que había dejado de latir.
Las manijas del reloj sonaban en ella de pies a cabeza. Con el tiempo se dio cuenta que era, de hecho, una maquinaria más pesada y compleja. Tal vez era su corazón mismo el que hacía eco en cada rincón. Hacía tanto tiempo había olvidado que contaba con tanta fuerza dentro de ella. Y, después de todo, acá estaba ese ritmo que había dejado de latir.
domingo, 17 de febrero de 2013
Algunas personas sólo quieren ver el mundo arder.
- Los dos sabemos cómo termina esta historia: está bien.
- ¿Cómo?
- Con un corazón hecho pedazos y una vida deshecha.
- ¿Y eso está bien?
- Es lo que hay. Es el juego que decidimos jugar. La única diferencia es que yo juego con fuego y vos tenés los fósforos en tu mano y cuando quieras podés hacerme quemar. Es un riesgo que elijo tomar.
- ¿Por qué?
- ¿Vos te viste?
- ¿Y entonces?
- Arderé...
- ¿Y ahora?
- ¿Uno más para el camino?
- ¿Cómo?
- Con un corazón hecho pedazos y una vida deshecha.
- ¿Y eso está bien?
- Es lo que hay. Es el juego que decidimos jugar. La única diferencia es que yo juego con fuego y vos tenés los fósforos en tu mano y cuando quieras podés hacerme quemar. Es un riesgo que elijo tomar.
- ¿Por qué?
- ¿Vos te viste?
- ¿Y entonces?
- Arderé...
- ¿Y ahora?
- ¿Uno más para el camino?
sábado, 16 de febrero de 2013
De la A a la O. Arrepentimiento.
Hay Silencio y hay silencio.
Hay Silencio en un par de ojos que gritan cansancio pero se mantienen despiertos por las prioridades a corto-plazo. Sobre-escribe el significado de cualquier palabra dicha, y desnuda de valor a las excusas que ya son imposibles de predecir. Hay Silencio que marca el ritmo, inundando la ciudad y arrebatándola de su ruido blanco porque hoy es hoy y nos recuerda que, en orden:
es temprano, o tarde, depende de cómo lo mires.
hay gente pasando al rededor: que grita, que mira o que llanamente ignora.
hace frío. el viento sopla y vuela la tela, no por hacer un favor, sino por tentar a manos inexpertas.
ya no tengo quince años. estamos viejos para juegos. quiero jugar pero estoy harta del tablero. siempre lleva a la misma casilla final. la próxima quiero uno nuevo.
Y hay silencio: como el de los labios que ya no saben qué decir, abatidos por una realidad que no se anunció. Es más, la realidad que mintió y vendió la idea de que todo esto iba a ser diferente. Se exacerba en la música muy alta como para pensar, y en los lamentos disfrazados o imposibles de reconocer por el manto de alcohol que los cubre. Se escucha en las decisiones tomadas y se siente el eco y el temblor de la explosión (de esta nada te puede salvar; ni siquiera el gabinete mágico de McClane) que cega a la mañana cuando la resaca del calor y del olvido se va.
Y después, está esto.
El ruido constante que pregunta y demanda saber qué miérda pasó en el sonido del ventilador soplando aire sobre mi piel desnuda, marcando cada punto débil en que alguien más podría escribir mejores opciones en mí. Está esta voz que se asoma a primera hora de la "mañana", susurrando que es mejor volver a dormir, para así tal vez soñar con el ayer donde no había prioridades a largo plazo.
Y, finalmente, hay arrepentimiento. Arrepentimiento que podría llenarme de pies a cabeza con el Silencio escuchado y el silencio causado. Un arrepentimiento atroz que de dejar entrar, me dejaría en escombros y deshecha, pero que se mantiene del otro lado de la puerta porque no está dentro de las cosas que quiero escuchar.
Prefiero el Silencio, aunque implique el silencio.
Hay Silencio en un par de ojos que gritan cansancio pero se mantienen despiertos por las prioridades a corto-plazo. Sobre-escribe el significado de cualquier palabra dicha, y desnuda de valor a las excusas que ya son imposibles de predecir. Hay Silencio que marca el ritmo, inundando la ciudad y arrebatándola de su ruido blanco porque hoy es hoy y nos recuerda que, en orden:
es temprano, o tarde, depende de cómo lo mires.
hay gente pasando al rededor: que grita, que mira o que llanamente ignora.
hace frío. el viento sopla y vuela la tela, no por hacer un favor, sino por tentar a manos inexpertas.
ya no tengo quince años. estamos viejos para juegos. quiero jugar pero estoy harta del tablero. siempre lleva a la misma casilla final. la próxima quiero uno nuevo.
Y hay silencio: como el de los labios que ya no saben qué decir, abatidos por una realidad que no se anunció. Es más, la realidad que mintió y vendió la idea de que todo esto iba a ser diferente. Se exacerba en la música muy alta como para pensar, y en los lamentos disfrazados o imposibles de reconocer por el manto de alcohol que los cubre. Se escucha en las decisiones tomadas y se siente el eco y el temblor de la explosión (de esta nada te puede salvar; ni siquiera el gabinete mágico de McClane) que cega a la mañana cuando la resaca del calor y del olvido se va.
Y después, está esto.
El ruido constante que pregunta y demanda saber qué miérda pasó en el sonido del ventilador soplando aire sobre mi piel desnuda, marcando cada punto débil en que alguien más podría escribir mejores opciones en mí. Está esta voz que se asoma a primera hora de la "mañana", susurrando que es mejor volver a dormir, para así tal vez soñar con el ayer donde no había prioridades a largo plazo.
Y, finalmente, hay arrepentimiento. Arrepentimiento que podría llenarme de pies a cabeza con el Silencio escuchado y el silencio causado. Un arrepentimiento atroz que de dejar entrar, me dejaría en escombros y deshecha, pero que se mantiene del otro lado de la puerta porque no está dentro de las cosas que quiero escuchar.
Prefiero el Silencio, aunque implique el silencio.
jueves, 14 de febrero de 2013
Elfos, druidas, y una falta asombrosa de mentiras.
Veo tu nombre y repaso las líneas gruesas en la pantalla de mi máquina mágica con suspiros. Cinco minutos.
Cierro los ojos y para cuando me doy cuenta se siente como si hubiesen pasado diez horas.
¿Cuántas veces se puede soñar una persona en cinco minutos?
¿Una? ¿Dos? ¿Tres millones dos mil quinientas?
Ya no te veo en el revés de mis párpados. Ya no te descompongo en cada frase que escribís, ni imagino el roce de tu piel cada vez que mis dedos acarician las teclas.
una.
Ojalá pudiese convencerme de que hay un mañana en el que mi alarma suena con tu voz a primera hora. Ojalá hubiese un recoveco en mi mente en donde la verdad no haya irrumpido, haciéndome saber sin lugar a dudas que no hay rincón en la vida donde haya lugar para vosyyo. Pero tu silencio lo dice todo, y todo significa nada y la nada me deja en un vacío que me gustaría llenar con besos y sonrisas.
dos.
No estás. Ya me acostumbré. Me acostumbré a mi cama fría y a tu saludo indiferente o a la falta misma de una bienvenida cada vez que cruzo tu puerta de entrada.
tres.
Canta el olvido la zamba que otro nombre me enseñó, y me ofrece la mano para salir a bailar. Quisiera bailar con vos. Quisiera sentir tu mano en la base de mi espalda mientras mi rostro descansa en tu hombro al ritmo de nuestra respiración -que le gana por lejos a cualquier canción.
cuatro.
Me quedé atrás. Es tiempo de afrontarlo. Mil pasos entre vos y yo: casi tantos como los metros medidos en textos. Si unieras cada oración que te he escrito, juntando cada punto final con cada nueva oración, tendrías en tus manos el lazo más largo que hoy ata mi corazón.
cinco.
Cruzo la calle sin miedo. ¿Sin miedo a qué? Ya no temo la presencia de una sombra a mis espaldas, ni le ruego al Cielo que no entrelace mi camino con el suyo porque ya no importa. No me importa otro nombre porque mis labios no pronuncian el tuyo. ¿Qué es un nombre? Tu nombre no me dice nada. Tu nombre no cuenta la historia de tus fracasos, ni de tus victorias. Tu nombre no refleja tu sabiduría ni tu ignorancia bruta, ni la crueldad inocente con la que...
seis.
Tu nombre no refleja la crueldad sin propósito ni sentido con la que golpeas mi puerta noche tras noche mientras tu cabeza golpea tu almohada. Tan bien te sentarían tantas otras palabras.
siete.
Tu nombre es un arma filosa. Corta, juzga y no perdona. Pero tus ojos dicen mucho más. No hay palabra que alcance para nombrar el juego de ingenio en que se sumerge tu lengua mientras forma los sonidos que, de a poco, me...
ocho.
Me arrastra a otra realidad. Una más allá de la que incluye elfos y druidas. Una realidad mágica que es más poderosa que cualquier fantasía que mi mirada pinta en tu cuello mientras te miro.
nueve.
Veo tu nombre y trazo las líneas. Vos no estás. Yo sí, y tu nombre también. Si le grito a tu nombre, ¿llegará a tus oídos?
diez.
once.
doce.
No.
Cierro los ojos y para cuando me doy cuenta se siente como si hubiesen pasado diez horas.
¿Cuántas veces se puede soñar una persona en cinco minutos?
¿Una? ¿Dos? ¿Tres millones dos mil quinientas?
Ya no te veo en el revés de mis párpados. Ya no te descompongo en cada frase que escribís, ni imagino el roce de tu piel cada vez que mis dedos acarician las teclas.
una.
Ojalá pudiese convencerme de que hay un mañana en el que mi alarma suena con tu voz a primera hora. Ojalá hubiese un recoveco en mi mente en donde la verdad no haya irrumpido, haciéndome saber sin lugar a dudas que no hay rincón en la vida donde haya lugar para vosyyo. Pero tu silencio lo dice todo, y todo significa nada y la nada me deja en un vacío que me gustaría llenar con besos y sonrisas.
dos.
No estás. Ya me acostumbré. Me acostumbré a mi cama fría y a tu saludo indiferente o a la falta misma de una bienvenida cada vez que cruzo tu puerta de entrada.
tres.
Canta el olvido la zamba que otro nombre me enseñó, y me ofrece la mano para salir a bailar. Quisiera bailar con vos. Quisiera sentir tu mano en la base de mi espalda mientras mi rostro descansa en tu hombro al ritmo de nuestra respiración -que le gana por lejos a cualquier canción.
cuatro.
Me quedé atrás. Es tiempo de afrontarlo. Mil pasos entre vos y yo: casi tantos como los metros medidos en textos. Si unieras cada oración que te he escrito, juntando cada punto final con cada nueva oración, tendrías en tus manos el lazo más largo que hoy ata mi corazón.
cinco.
Cruzo la calle sin miedo. ¿Sin miedo a qué? Ya no temo la presencia de una sombra a mis espaldas, ni le ruego al Cielo que no entrelace mi camino con el suyo porque ya no importa. No me importa otro nombre porque mis labios no pronuncian el tuyo. ¿Qué es un nombre? Tu nombre no me dice nada. Tu nombre no cuenta la historia de tus fracasos, ni de tus victorias. Tu nombre no refleja tu sabiduría ni tu ignorancia bruta, ni la crueldad inocente con la que...
seis.
Tu nombre no refleja la crueldad sin propósito ni sentido con la que golpeas mi puerta noche tras noche mientras tu cabeza golpea tu almohada. Tan bien te sentarían tantas otras palabras.
siete.
Tu nombre es un arma filosa. Corta, juzga y no perdona. Pero tus ojos dicen mucho más. No hay palabra que alcance para nombrar el juego de ingenio en que se sumerge tu lengua mientras forma los sonidos que, de a poco, me...
ocho.
Me arrastra a otra realidad. Una más allá de la que incluye elfos y druidas. Una realidad mágica que es más poderosa que cualquier fantasía que mi mirada pinta en tu cuello mientras te miro.
nueve.
Veo tu nombre y trazo las líneas. Vos no estás. Yo sí, y tu nombre también. Si le grito a tu nombre, ¿llegará a tus oídos?
diez.
once.
doce.
No.
*(me olvidé de aclararlo en la entrada anterior): Hace tiempo escribí algo de cómo cuando uno tiene ciertos sentimientos por otra persona, el único idioma que habla es "pelotudo."
Resulta que pensé que lo tenía copiado acá, pero no, y son como las dos de la mañana y no tengo ganas de ponerme a buscarlo, pasarlo a la pc y ponerle el hipervínculo.
Resulta que pensé que lo tenía copiado acá, pero no, y son como las dos de la mañana y no tengo ganas de ponerme a buscarlo, pasarlo a la pc y ponerle el hipervínculo.
These words are my diary, screaming out loud, I know that you'll use them however you want to.
No me arrepiento de estar sola, pero me gustaría estar con vos.
Acostados. Sin tocarnos. Sin hablar.
En silencio de palabras y de acciones.
Aunque significara que vos estés allá, y yo acá, me gustaría estar con vos.
Pero no.
Esta entrada no es como las usuales: no hay mentira ni licencia creativa.
Tiene nombre y apellido, o algo así.
Empiecen con los preparativos, porque empezó la caída.
Creo.
Glosario: "estar con vos"
ser tuya, que seas mío. sin trabas. con dolor, con peleas, pero con tantas otras cosas que lo hagan valer la pena.
no quiero juegos.
ya no estamos para eso.
ni vos, ni yo.
o capaz sí, pero prefiero no jugarlos.
te acepto un tango. hasta ahí llego.
te hablo en pelotuda porque ese es mi idioma preferido en situaciones así (no tengo lo que escribí hace meses que explica eso de "hablar en pelotudo"*).
ya me odio.
lo peor? todo.
me gustaría decir que esto se conecta a que es "San Valentín" o lo que sea, pero es más que nada porque se metieron con mi mundo de fantasía y me hizo pensar.
Esto se re veía venir desde hace como mucho.
Acostados. Sin tocarnos. Sin hablar.
En silencio de palabras y de acciones.
Aunque significara que vos estés allá, y yo acá, me gustaría estar con vos.
Pero no.
Esta entrada no es como las usuales: no hay mentira ni licencia creativa.
Tiene nombre y apellido, o algo así.
Empiecen con los preparativos, porque empezó la caída.
Creo.
Glosario: "estar con vos"
ser tuya, que seas mío. sin trabas. con dolor, con peleas, pero con tantas otras cosas que lo hagan valer la pena.
no quiero juegos.
ya no estamos para eso.
ni vos, ni yo.
o capaz sí, pero prefiero no jugarlos.
te acepto un tango. hasta ahí llego.
te hablo en pelotuda porque ese es mi idioma preferido en situaciones así (no tengo lo que escribí hace meses que explica eso de "hablar en pelotudo"*).
ya me odio.
lo peor? todo.
me gustaría decir que esto se conecta a que es "San Valentín" o lo que sea, pero es más que nada porque se metieron con mi mundo de fantasía y me hizo pensar.
Esto se re veía venir desde hace como mucho.
martes, 12 de febrero de 2013
Corazón en venta.
Después de tantos años y tantos contratos; después de todo aquello que ni el tiempo ha borrado. A pesar de los dolores, los calambres y las noches en vela embebida en temblores que se repiten una y otra y otra vez en líneas de película, en canciones preferidas, en títulos de libros escritos por autores que, aún sin conocernos, sin sabernos -pero sobre todo, sin temernos- se aventuraron a un universo al cual a Nosotros todavía nos cuesta entrar en puntas de pie, con pieles prestadas y disfraces armados para preservar nuestro estado en el momento de entrada.
Aún tras las puntadas y suturas, cirugías sin anestesia en las que las palabras hacían los cortes más profundos, mantengo el letrero en la puerta, rogando que las luces de mis fantasías opaquen la penumbra de mis ya destruídas utopías.
El tiempo corrió, corre y correrá, mientras mis manos sostienen afiches de colores con verdades exageradas que ni siquiera se atreven a ser falsa publicidad. Sería mentira decir que, aún a pesar de las heridas -tanto las que llevo como las que por mí han sido producidas- la bandera no flamea a lo alto de mi vida, anunciando mi renuncia, mientras grita que no todas las esperanzas han sido perdidas.
La soledad es una y me hace compañía, mientras aguardo por nuestra tan esperada despedida que sueño sin barreras, con un cartel con las palabras grabadas:
CORAZÓN ROTO. ALMA NO PERDIDA.
Aún tras las puntadas y suturas, cirugías sin anestesia en las que las palabras hacían los cortes más profundos, mantengo el letrero en la puerta, rogando que las luces de mis fantasías opaquen la penumbra de mis ya destruídas utopías.
El tiempo corrió, corre y correrá, mientras mis manos sostienen afiches de colores con verdades exageradas que ni siquiera se atreven a ser falsa publicidad. Sería mentira decir que, aún a pesar de las heridas -tanto las que llevo como las que por mí han sido producidas- la bandera no flamea a lo alto de mi vida, anunciando mi renuncia, mientras grita que no todas las esperanzas han sido perdidas.
La soledad es una y me hace compañía, mientras aguardo por nuestra tan esperada despedida que sueño sin barreras, con un cartel con las palabras grabadas:
CORAZÓN ROTO. ALMA NO PERDIDA.
viernes, 8 de febrero de 2013
Vomito verbal
Estoy en uno de esos humores raros que me agarran a mi en los que quiero hablar, pero no quiero hablarle a nadie, así que súfranme.
Últimamente vengo batallando con dos partes mías que me piden cosas completamente diferentes y que es imposible que puedan coexistir.
Por un lado, parte de mí me repite desde que me despierto hasta que cierro los ojos y marco el final del día que no necesito que alguien más me valide. Me dice que no quiero besos sin nombre o sin sentido o, por decirlo de una manera más correcta, sin sentimiento. También me dice que quiero que el próximo que tenga nombre, sea el nombre correcto: que no importa si esa persona viene con fecha de vencimiento, pero importa que yo no me la imagine desde el vamos.
Por el otro, desde la otra esquina, tengo una voz que me grita que quiero que alguien me quiera. Es uno de los sentimientos más básicos. Pero esta voz a veces dice tantas cosas al mismo tiempo y me confunde y siento que no entiendo el mensaje. Parece que me dice que espere, pero a la vez me dice que el chico que está sentado en el fondo del 60 se parece a mi ex y podría ser mi próximo y verdadero "amor de mi vida."
Vengo encontrando un equilibrio a las dos fuerzas que tiran para dos lados completamente diferentes. Por ahora, viene ganando la voz que me dice que tengo valor propio, sin importar que alguien más concuerde, lo firmé, lo valide o lo que sea.
Sí, el chico en el fondo del 60 se parece a mi ex. Sí, el chico que veo todas las semanas es re lindo e interesante. Sí, esa persona a la que veo casi todos los días me mueve el piso. Pero no. No me sacuden las estanterías.
Incluso ese que me habla cada tanto, cuando quiere, nunca cuando yo lo quiero a él: ese tampoco me las sacude.
Todos me sacuden algo. Siento cosquillas.
Pero la voz me dice que las cosquillas no son suficientes. Me dice que merezco algo más que cosquillas. Merezco ese sentimiento de que alguien tiene en sus manos tu corazón y podría presionar y matarte en cuestión de segundos, pero sin embargo la confianza de que no lo va a hacer predomina. Me gané el premio de denominar como Mi John Cusack a alguien que valga la pena, en vez de cualquier pobre alma pelotuda que se cruce en mi camino y me diga la hora.
Por ahora, va ganando la voz que me dice que todo esto eventualmente va a cobrar más sentido del que ya veo que tiene.
Sin importar lo mucho que extrañe el sexo.
Y eso que lo extraño bastante, eh.
Últimamente vengo batallando con dos partes mías que me piden cosas completamente diferentes y que es imposible que puedan coexistir.
Por un lado, parte de mí me repite desde que me despierto hasta que cierro los ojos y marco el final del día que no necesito que alguien más me valide. Me dice que no quiero besos sin nombre o sin sentido o, por decirlo de una manera más correcta, sin sentimiento. También me dice que quiero que el próximo que tenga nombre, sea el nombre correcto: que no importa si esa persona viene con fecha de vencimiento, pero importa que yo no me la imagine desde el vamos.
Por el otro, desde la otra esquina, tengo una voz que me grita que quiero que alguien me quiera. Es uno de los sentimientos más básicos. Pero esta voz a veces dice tantas cosas al mismo tiempo y me confunde y siento que no entiendo el mensaje. Parece que me dice que espere, pero a la vez me dice que el chico que está sentado en el fondo del 60 se parece a mi ex y podría ser mi próximo y verdadero "amor de mi vida."
Vengo encontrando un equilibrio a las dos fuerzas que tiran para dos lados completamente diferentes. Por ahora, viene ganando la voz que me dice que tengo valor propio, sin importar que alguien más concuerde, lo firmé, lo valide o lo que sea.
Sí, el chico en el fondo del 60 se parece a mi ex. Sí, el chico que veo todas las semanas es re lindo e interesante. Sí, esa persona a la que veo casi todos los días me mueve el piso. Pero no. No me sacuden las estanterías.
Incluso ese que me habla cada tanto, cuando quiere, nunca cuando yo lo quiero a él: ese tampoco me las sacude.
Todos me sacuden algo. Siento cosquillas.
Pero la voz me dice que las cosquillas no son suficientes. Me dice que merezco algo más que cosquillas. Merezco ese sentimiento de que alguien tiene en sus manos tu corazón y podría presionar y matarte en cuestión de segundos, pero sin embargo la confianza de que no lo va a hacer predomina. Me gané el premio de denominar como Mi John Cusack a alguien que valga la pena, en vez de cualquier pobre alma pelotuda que se cruce en mi camino y me diga la hora.
Por ahora, va ganando la voz que me dice que todo esto eventualmente va a cobrar más sentido del que ya veo que tiene.
Sin importar lo mucho que extrañe el sexo.
Y eso que lo extraño bastante, eh.
On a not so completely different note:
Creo que tengo que dejar de salir con chicos más grandes que yo.
Por ahora no salir con ningún chico también viene funcionando, pero bueno.
Lástima que siempre hay gente de 34 años que me habla de Linux y tiene barba y vive a la vuelta de mi casa.
Recuerden: En este blog hay obras de ficción y hay cosas que son de verdad. Es más, en todas las entradas es así. Les toca a uds decidir qué quieren que sea cada cual.
Por ahora no salir con ningún chico también viene funcionando, pero bueno.
Lástima que siempre hay gente de 34 años que me habla de Linux y tiene barba y vive a la vuelta de mi casa.
Recuerden: En este blog hay obras de ficción y hay cosas que son de verdad. Es más, en todas las entradas es así. Les toca a uds decidir qué quieren que sea cada cual.
Incluso los contratos de esclavitud tienen sus letras pequeñas.
Tengo miedo. Si me mirás por un minuto estoy segura de que vas a poder ver mis letras temblar a medida que se resbalan y se deslizan por mi lengua, mientras vomito palabras que expresan sentimientos que nunca pensé que iba a sentir y, mucho menos, pensar.
Tengo miedo. Sería fácil y simple decir que te tengo miedo a vos, pero no sería la verdad. Soy compleja. No hay blanco, no hay negro. Es lo que es y a la vez es todo lo que no fue y lo que no será y lo que no puede jamás ser.
Me tengo miedo. Siento cómo mis rodillas se empiezan a quebrar a medida que tu voz resuena en mis huesos y tu risa... No, ya no. Acá termina todo.
Tengo miedo porque llevo veintidós años muerta y por fin un número idiota, insignificante, indistinto, me trajo a la vida. Treinta. Treinta...
Y después del treinta hay muchos números más.
Tu voz me sacó el miedo. En vez, implantó curiosidad y deseo y sed de más. Estoy viva y me gusta y tengo ganas de estar más viva. No es querer vivir más, es querer vivir mejor lo que ya de por sí me toca vivir. Es romper el contrato que firmé por allá hace años que marcaba mi fecha de vencimiento, mi conocimiento, mi entendimiento a que todo, incluso yo, debía tener un final.
Sí, lo voy a tener. Todo lo tiene. Eventualmente, todo termina. Pero yo, no termino acá.
Lo que sí termina, hoy por hoy, es mi contrato con vos. Me devolviste a la vida.
Me hiciste darme cuenta que hay toda una gama de colores en el negro mismo. Me abriste los ojos y por fin pude ver que volar no significa levantar los pies de la tierra, y que estar anclada no significa sí o sí hundirse.
Tengo miedo de que todo tenga sentido. Después de veintidós años de penumbra, tu luz se coló por mis poros e hizo de mi organismo su hogar. Ya no más. Acá termina.
No te debo nada. Rompo el contrato. Demandame si querés, pero no me importa.
No soy más esclava de palabras pronunciadas en un bar, de contratos escritos en servilletas de papel bajo una luz tenue opacada por la iluminación de tu ser.
¿Me querés?
Firmá tu propio contrato. Las condiciones a re-ver.
¿Querés culpar a alguien? Culpate a vos. Vos me hiciste dar cuenta de que puedo vivir.
Gracias a vos vi que no quiero vivir así.
Le doy vuelta a la página.
Cuando estés dispuesto a hacer lo mismo, renovamos contrato.
Hasta entonces... Hasta acá llegamos.
Es gracioso cómo la gente tiene más impacto cuando se va, que cuando llega a la vida de uno. Tendría que ser al revés. Supongo que a veces lo es, con la gente indicada. Esto me demuestra que él no lo fue.
Tengo miedo. Sería fácil y simple decir que te tengo miedo a vos, pero no sería la verdad. Soy compleja. No hay blanco, no hay negro. Es lo que es y a la vez es todo lo que no fue y lo que no será y lo que no puede jamás ser.
Me tengo miedo. Siento cómo mis rodillas se empiezan a quebrar a medida que tu voz resuena en mis huesos y tu risa... No, ya no. Acá termina todo.
Tengo miedo porque llevo veintidós años muerta y por fin un número idiota, insignificante, indistinto, me trajo a la vida. Treinta. Treinta...
Y después del treinta hay muchos números más.
Tu voz me sacó el miedo. En vez, implantó curiosidad y deseo y sed de más. Estoy viva y me gusta y tengo ganas de estar más viva. No es querer vivir más, es querer vivir mejor lo que ya de por sí me toca vivir. Es romper el contrato que firmé por allá hace años que marcaba mi fecha de vencimiento, mi conocimiento, mi entendimiento a que todo, incluso yo, debía tener un final.
Sí, lo voy a tener. Todo lo tiene. Eventualmente, todo termina. Pero yo, no termino acá.
Lo que sí termina, hoy por hoy, es mi contrato con vos. Me devolviste a la vida.
Me hiciste darme cuenta que hay toda una gama de colores en el negro mismo. Me abriste los ojos y por fin pude ver que volar no significa levantar los pies de la tierra, y que estar anclada no significa sí o sí hundirse.
Tengo miedo de que todo tenga sentido. Después de veintidós años de penumbra, tu luz se coló por mis poros e hizo de mi organismo su hogar. Ya no más. Acá termina.
No te debo nada. Rompo el contrato. Demandame si querés, pero no me importa.
No soy más esclava de palabras pronunciadas en un bar, de contratos escritos en servilletas de papel bajo una luz tenue opacada por la iluminación de tu ser.
¿Me querés?
Firmá tu propio contrato. Las condiciones a re-ver.
¿Querés culpar a alguien? Culpate a vos. Vos me hiciste dar cuenta de que puedo vivir.
Gracias a vos vi que no quiero vivir así.
Le doy vuelta a la página.
Cuando estés dispuesto a hacer lo mismo, renovamos contrato.
Hasta entonces... Hasta acá llegamos.
Es gracioso cómo la gente tiene más impacto cuando se va, que cuando llega a la vida de uno. Tendría que ser al revés. Supongo que a veces lo es, con la gente indicada. Esto me demuestra que él no lo fue.
lunes, 4 de febrero de 2013
Work in progress
Me pregunto qué sentís cuando me ves.
Decís que te perfora el filo de las lágrimas que derramé,
mientras a mí me gana el arrepentimiento de las sonrisas del ayer.
¿Me ves a mí:
la que soy, la que fui?
¿La que canta bajo la lluvia y festeja Navidades hasta Abril?
Cuando volvés a las escenas de esa madrugada junto a mí,
¿recordás la sombra de mi ser alejándose de nuestros cuerpos,
lentamente dejandomé partir, vencida por el deseo de darte lo que vos esperabas tener?
Hoy la culpa me carcome.
Fuimos una crónica anunciada de un amor destinado a romper.
Romper barreras, romper códigos,
romper corazones.
Romper a esas dos mismas personas que se aventuraron a sentir..
Decís que te perfora el filo de las lágrimas que derramé,
mientras a mí me gana el arrepentimiento de las sonrisas del ayer.
¿Me ves a mí:
la que soy, la que fui?
¿La que canta bajo la lluvia y festeja Navidades hasta Abril?
Cuando volvés a las escenas de esa madrugada junto a mí,
¿recordás la sombra de mi ser alejándose de nuestros cuerpos,
lentamente dejandomé partir, vencida por el deseo de darte lo que vos esperabas tener?
Hoy la culpa me carcome.
Fuimos una crónica anunciada de un amor destinado a romper.
Romper barreras, romper códigos,
romper corazones.
Romper a esas dos mismas personas que se aventuraron a sentir..
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