domingo, 24 de febrero de 2013

Anónimo: I'm all shook up.

La lluvia le había lavado todas las palabras. Había granizado posibles desenlaces y cada pensamiento había dejado un agujero en el piso, en el techo del auto. El piso había temblado y los relojes se habían parado. El viento había volado las páginas del calendario y, sin importar adónde mirara, todo marcaba el mismo día, la misma hora: diecisiete de enero, a las cinco de la mañana. Su ropa todavía yacía en el suelo. Al lado reposaban una copa de vino vacía y sus esperanzas en piezas.

"No significó nada" se repetía una y otra vez mientras sonaba la ausencia de música haciendo eco en cada pared que había sido desnudada de cada foto, cada souvenir.

Las piernas le temblaban. Lo que no se había ido con el agua, se había escurrido por el desagüe de la cocina, o por la rejilla del baño.

"Pensás mucho." 

Desde donde ella lo veía, no pensaba lo suficiente. Quizás de haberlo hecho con más afán, podría haber visto las señales en sus manos, o escuchado sus gritos en cada texto que había leído. Quizás de haber pensado un poco más, la secuencia hubiese sido diferente. Con cada segundo que pasaba, sus pensamientos rompían los pocos recuerdos que quedaban intactos; los descomponía en piezas pequeñas y los distribuía en la mesa, donde noches atrás había dos platos dispuestos a servir a otro momento. Analizaba cada una de ellas: sus puntas filosas, sus relieves, sus faltas y atributos. Al cabo de horas era una masa deshecha enfrentada a un océano de piezas de rompecabezas que, aunque intentara, no podía volver a armar.

Algo faltaba. Sus ojos, capaz. Tenía los brazos en su cintura y las piernas en el marco de la puerta, pero faltaban sus ojos. Eran ellos los que lo hacían él. Nunca lo había notado. Eran detalles que había dejado pasar de largo y tomado por sentado. ¿Cómo? Ahora sonaba tan obvio.

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