Tengo miedo. Si me mirás por un minuto estoy segura de que vas a poder ver mis letras temblar a medida que se resbalan y se deslizan por mi lengua, mientras vomito palabras que expresan sentimientos que nunca pensé que iba a sentir y, mucho menos, pensar.
Tengo miedo. Sería fácil y simple decir que te tengo miedo a vos, pero no sería la verdad. Soy compleja. No hay blanco, no hay negro. Es lo que es y a la vez es todo lo que no fue y lo que no será y lo que no puede jamás ser.
Me tengo miedo. Siento cómo mis rodillas se empiezan a quebrar a medida que tu voz resuena en mis huesos y tu risa... No, ya no. Acá termina todo.
Tengo miedo porque llevo veintidós años muerta y por fin un número idiota, insignificante, indistinto, me trajo a la vida. Treinta. Treinta...
Y después del treinta hay muchos números más.
Tu voz me sacó el miedo. En vez, implantó curiosidad y deseo y sed de más. Estoy viva y me gusta y tengo ganas de estar más viva. No es querer vivir más, es querer vivir mejor lo que ya de por sí me toca vivir. Es romper el contrato que firmé por allá hace años que marcaba mi fecha de vencimiento, mi conocimiento, mi entendimiento a que todo, incluso yo, debía tener un final.
Sí, lo voy a tener. Todo lo tiene. Eventualmente, todo termina. Pero yo, no termino acá.
Lo que sí termina, hoy por hoy, es mi contrato con vos. Me devolviste a la vida.
Me hiciste darme cuenta que hay toda una gama de colores en el negro mismo. Me abriste los ojos y por fin pude ver que volar no significa levantar los pies de la tierra, y que estar anclada no significa sí o sí hundirse.
Tengo miedo de que todo tenga sentido. Después de veintidós años de penumbra, tu luz se coló por mis poros e hizo de mi organismo su hogar. Ya no más. Acá termina.
No te debo nada. Rompo el contrato. Demandame si querés, pero no me importa.
No soy más esclava de palabras pronunciadas en un bar, de contratos escritos en servilletas de papel bajo una luz tenue opacada por la iluminación de tu ser.
¿Me querés?
Firmá tu propio contrato. Las condiciones a re-ver.
¿Querés culpar a alguien? Culpate a vos. Vos me hiciste dar cuenta de que puedo vivir.
Gracias a vos vi que no quiero vivir así.
Le doy vuelta a la página.
Cuando estés dispuesto a hacer lo mismo, renovamos contrato.
Hasta entonces... Hasta acá llegamos.
Es gracioso cómo la gente tiene más impacto cuando se va, que cuando llega a la vida de uno. Tendría que ser al revés. Supongo que a veces lo es, con la gente indicada. Esto me demuestra que él no lo fue.
No hay comentarios:
Publicar un comentario