lunes, 18 de febrero de 2013

De la A a la O: Confusión.

El tiempo y el conocimiento le pesaban. La experiencia le tiraba de los brazos y la anclaba al piso, que poco a poco la tragaba. Sentía cómo su mente se llenaba de imágenes y frases quizás ya dichas y olvidadas. Sus ojos recorrían el camino que sus piernas cansadas ya habían en algún momento caminado, sin pisar fuerte, sin dejar marca nuevamente; pero sin importar qué tan duro intentaba, siempre volvían al mismo recuerdo.

Vas a conocer al príncipe de tu vida. 

Cada célula de ella rogaba que esto fuese cierto. Ese recuerdo era una maldición imposible de dejar atrás. El tiempo hacía de ella una esclava y, sin importar lugar o fecha, ella siempre volvía. Quería estar sentada en aquel mismo asiento trasero de aquel conductor que parecía saber exactamente cuál era su destino. Quería poseer la voz de aquella chica -quizás ilusa, u optimista- y gritar que nunca se haría verdad. Quería volver y torturar a aquella persona que por años la había torturado a ella con promesas incumplidas, demandar una explicación por esas falacias, por la esperanza vacía que le había dado.

¿Un príncipe? Si había algo que la vida le había demostrado era que su castillo por siempre sería una casa de naipes. La tormenta más suave con sus gotas de sal barrerían sus paredes y la llevarían al piso. Con tiempo y más esfuerzo del que tendría, sería su tarea reparar los daños. Los temblores, el viento, la enfermedad misma que permanecía en los cimientos, eran algo que ya había tenido que arreglar más de una vez. Todo por aquella idiota promesa.

Su mente visitaba de nuevo ese recuerdo mientras su pelo acariciaba la almohada y sus manos recorrían el camino que desearía él pudiese trazar. ¿Un príncipe?

Yeah, right.
Algún día.


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