- Entonces, ¿fue todo una mentira?
- No te estoy diciendo eso.
- ¿Qué me estás diciendo?
- Que parte de mi desearía que no fuera tan verdad.
Mis párpados pesan y mis ojos se duermen de a poco, cantándose la imagen del color de tu mirada lentamente yéndose y licuándose con los sonidos de la música, y las voces de los extraños, y el ruido de la dulce ignorancia (mezclada con la ilusa fantasía), y el olor de la lluvia en tu piel. La paleta de emociones que minutos atrás tomaban mi mente se condensa al tono de la luz reflejada en la comisura de tu boca.
Me siento acá y pienso excusas y mentiras que me persuadan de comprar la historia que tus palabras pintan. Me siento acá y debato si alzar la bandera de derrota sería tan malo, porque el sabor de tu lengua y el fuego que las yemas de tus dedos imprimen en mi cintura parecen dignos adversarios.
¿Acaso sería tan malo? Le susurro al vaso y veo destellos de un futuro que podría ser escrito en la oscuridad del rincón de mi cabeza que hasta ahora venía suprimiendo pensamientos. ¿Acaso sería tan malo? Le grito al viento en la letra de la canción que los dos nos sabemos.
¿Acaso sería tan malo rendirse ante una posibilidad, dado que hasta hora las certezas han develado una y otra vez un catastrófico final? Esa posibilidad llama al sueño mientras el viento batido del ventilador de mi habitación remarca el contorno del lugar en mi cama que vos podrías ocupar.
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