viernes, 22 de febrero de 2013

Leer entre líneas

Si tuviese que elegir un super poder, querría el poder de las palabras. Me gustaría soplar al viento y que de mi aliento salgan versos, y que mis ojos disparen comas y puntos y le den forma a los acentos. Si tan sólo pudiese estirar las palabras y moldearlas, como a veces ellas mismas hacen cuando agarran nuestros corazones y los manipulan como si estuviesen hechos de masa.
Si tan sólo pudiese controlarlas. Usaría mis rayos para leer entre líneas y pelearía el silencio con objetos directos. Pero las palabras no son mías. Las palabras son libres y corren por la vida, poniendo predicativos subjetivos donde uno piensa que no los necesita. Caen como lluvia y te bañan de sentidos y sentimientos que no hay paraguas o piloto que detengan. Si pudiese controlarlas, si pudiese hacer algo más que saborearlas a medida que el aire vibra en mi garganta y se forma en oraciones saliendo de mi boca y entrando en otra...
Si de algo sirviera desear, pediría controlarlas para nunca más dejar que permanezcan encerradas. Volaría las paredes que analizan conexiones entre predicado y subjetivo, y condenaría las mentes empecinadas en hacer que cumplan reglas para las cuales no están hechas. Nunca más nos detendríamos a pensar si una palabra es la correcta para expresar lo que podemos decir de tantas otras maneras. Prohibiría las trabas de los yquésis y desterraría para siempre al subconsciente que se atreva a imponer pelea.
Si tan sólo pudiese controlarlas, las dejaría ser porque nunca fueron mías, ni tuyas. Son tan suyas que se infiltran bajo tu piel, hasta que podés sentirlas latir en el silencio de una canción, de una dedicación, de una carta, o de una voz ajena.

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