Salgo y el viento me grita tu nombre y las luces delanteras del colectivo que tengo sí o sí que tomarme me ven con tus ojos. Esos ojos que en algún momento me rompieron las rodillas; esos que me dieron nauseas que algunos llaman mariposas. No me gusta este ruido. No me gusta escucharte en las bocinas y ver lágrimas en las partículas que se hacen visibles sólo a veces, cuando uno mira, como las que lloré a escondidas cuando pronunciaste esas palabras. No quiero recordar el dolor y la incertidumbre en cada bache y ver recuerdos en cada fachada de cada edificio. No me gusta que tu rostro esté plastificado en cada calle.
Te puedo convertir en tan sólo un recuerdo.
Pero no. No sos una ilusión. No sos tan sólo una pesadilla que estoy forzada a vivir día tras día en cada taza de café. No sos un antojo de medianoche. Sos vos.
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