Creo que nunca fui tan feliz como cuando estaba en una relación con alguien que me invitaba a desayunar. Siempre me gustó más que la idea de una cena. Antes del trabajo, después de una salida con mis amigas. Hay algo en el desayuno que lo hace especial. Tiene una dulcura inherente. No hay mentiras que se puedan ocultar en la oscuridad de la noche, y las intenciones, como los sueños, están a flor de piel.
Un desayuno marca el tono. Es verdad, una mala noticia mientras el día todavía tiene lagañas en los ojos puede tener un peso catastrófico. Pero una sonrisa con esperanza ciega a primera hora puede tener tanta fuerza como la vida misma.
Me encanto el final... Beso ultraviolet!
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