viernes, 29 de marzo de 2013

Diagnósticos.

Tengo que tener fiebre. Siento que mi cuerpo arde, estoy mareada, mi mente fuera de mi cabeza y mi alma desfasada. Tiene que ser fiebre. Tuve fiebre las suficientes veces en la vida como para saber ya cuándo es. ¿No?
Digo, tiene que serlo. Mis brazos se sienten como hojas de papel y mis piernas se quiebran porque siento cosquillas en la parte de atrás de mis rodillas, y mis ojos se cierran cuando quieren, no cuando yo les digo. Mi corazón palpita más fuerte y siento cada centímetro de mi cuerpo como si cada parte de mí fuese yo misma. Tiene que ser que estoy enferma.
El tema es que esta fiebre no parece irse. No se va cuando estoy sola. No se va después de muchas horas de sueño. No se va con el viento. No se va con una ducha fría. Se queda. Se queda para calentar mis noches y llenar de calor todo: mi cama, mi ropa.
Tiene que ser fiebre. Tengo que estar enferma.
Pero no puedo llevar tanto tiempo enferma. Capaz es algo más lo que siento. Capaz es...
No, no puede ser.
¿No?

Es fiebre...

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