Compro domingos en la cama, con lluvia golpeando el vidrio de la ventana y medialunas. Compro las seis de la tarde, y las siete, para que el tiempo se detenga en un instante marcado por pies peleando bajo las sábanas.
Compro briza que contraste con el rosa en las mejillas y compro olor a café dulce que me saque una sonrisa.
Compro masajes en la espalda desnuda y compañía que le agregue un je ne sais quoi a mi día. Compro silencio y burbujas y una cena a luz de las velas, con un vaso de vino o cerveza bien fría.
Compro magia a montones.
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