Me acomodo en el mismo punto de siempre. Acá es donde me siento cuando hablo en serio. ¿Cómo empezar? ¿Por dónde? ¿Por el momento en que te conocí? ¿Por tus ojos que brillan agua con el reflejo de la luz? ¿Por la última vez que me senté acá?
Tenemos que hablar.
Con el corazón en la garganta y otro en las manos, empiezo. Mis palabras dan vueltas por la habitación. Se esconden atrás de la mesa donde aquella vez me acosté, en el rincón del balcón donde mi humo encontró su hogar, en los espacios entre mis dedos.
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