martes, 26 de marzo de 2013

Traición.


La veía. Observaba sus suplicios escapar entre sus labios, con el miedo a lo incierto escabulléndose entre sus dientes y acariciando su lengua. Podía ver su sangre firmando el contrato que condenaba su futuro. El viento batía sus pelos y no le quedaba más que ser un mero espectador de la película que sus pedidos dirigían en el viento, rogando que encontraran los oídos de alguien más adepto para ser su productor.
Veía cómo su mano se deshacía por el borde del balcón de aquel inocente cigarrillo que había tocado sus labios como él había hecho meses atrás. Otra de sus víctimas que se liberaba de su agarre y tocaba fondo en el cemento de la calle dos pisos más allá: el color rosa de sus labios aún pintado en los bordes; pequeños rastros inborrables de su existencia en su cuerpo.
Intentaba seguirla pero sus ojos se distraían en su ropa y el agua de sus ojos que suplicaba ser dejada en libertad, pero que ella mataba con el morder de sus labios. Él sentía como sus dientes perforaban la fibra de algo que ya no podría ser: algo que, si en algún momento había estado, no volvería a atravezarlo otra vez.
- Quiero algo más que vos no me podés ofrecer.
En esas palabras revivía el diálogo que él nunca habría escrito en sus páginas de habersele dado la oportunidad. Habían dado vuelta a tantas hojas del calendario para llegar a ese lugar, y ahora tenía que limitarse a ver cómo sus anhelos incineraban con una pizca de piedad el porvenir que había esperado por meses.
- Quiero algo que vos no me supiste dar.
Racionalmente, la entendía. Entendía de dónde venían sus inseguridades y miedos, y podía ubicar en el mapa de su cuerpo las faltas que había cometido. La veía y notaba la necesidad de aquellas fotos que ellos nunca habían tomado, y de los gestos para los cuales nunca se habían dado el tiempo, si bien tiempo habían tenido como para regalar. En los gestos de sus manos sentía el fervor del deseo de un futuro que con él era más que improbable que incluyera estrellas iluminadas por canciones y palabras de su extraño idioma que él no sabía pronunciar. En sus oraciones entendía desde un punto de razón la irracionalidad que ella le demandaba a la vida y que sus límites marcados y geométricamente perfectos no podían imaginar.
- Te quiero, pero para mí quiero muchísimo más.

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