Esto empezó como el viaje de una chica de unos veintitantos intentando dejar de fumar. Ahora es como un diario íntimo. Esperen incoherencia, ira, frustración, cosas lindas y capaz que un par de cosas sexuales. Lean a su riesgo.
viernes, 15 de marzo de 2013
Rendirse.
Dejaste de escribir. Quizás te hayas dado cuenta que tus palabras no eran herramientas, sino armas. Cada punto una cuchilla afilada. Cada mayúscula una bala disparada que viajaba por la magia de la red, buscando su próxima víctima. Puedo oler tu miedo en el silencio que nos separa. Querés control y las letras se te iban de las manos, mezclándose con el agua de tus lágrimas y borrando los colores de tus fotos. ¿Qué puede ser peor para un escritor que aquel momento en que nuestras palabras dejan de sacudir vidas ajenas, y funcionan como torbellinos que nos agarran a nosotros mismos de los pies y nos arrastran a ver lo que nosotros quisimos construir entre párrafos arreglados en capítulos y epílogos, pero logramos destruir intentando forzar un desenlace que nunca deberíamos de haber intentado crear? Siento tu corazón latir en las mil palabras que callás. Quizás porque cuando uno escribe, no sólo lo hace con tildes y semántica y sintaxis: lo hace con su aliento y su mirada; con cada centímetro de fuerza que nosotros creemos que nos falta. Veo tu vulnerabilidad aunque vos te esfuerces tanto en disfrazarla.
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