martes, 21 de agosto de 2012

Algo.

La verdad que no importa por qué llegué a este punto; lo que importa es que llegué. El trayecto fue hermoso, por más duro que haya sido, y ahora puedo sentarme y mirar para atrás y saber que no me arrepiento de las cosas. Cuando amé, amé con todo. Mis experiencias fueron mías, mis decisiones, por más malas que pueden haber sido, fueron tomadas de la mejor manera que pude, y las lecciones que aprendí no tienen precio. 
Realmente no importa qué me trajo. Lo que importa es que aprendí, de una u otra manera, a saborear la vida, porque no sabés cuando se va a convertir en algo amargo. Aprendí a notar lo dulce de compartir una cama con alguien querido, a apreciar los escalofríos que causan la respiración de alguien en mi cuello, a amar esos pequeños grandes momentos y gestos que hacen a uno desear poder parar el tiempo. 
Con todo -lo bueno y lo malo-, aprendí que si bien hay muchas cosas malas y feas en la vida, hay un sentimiento que cuando se hace presente hace que todo lo demás valga la pena. Sí, señores y señoras, les estoy hablando de ese sentimiento. Les estoy hablando del amor. 
No lo digo por estúpida, aunque creo que yo estoy estúpidamente enamorada del amor. ¿Acaso alguno me va a decir que ese sentimiento no es suficiente como para darme la razón? 
¿Hay algún otro sentimiento que pueda servir como combustible tan efectivo como el amor? Lo lindo es que es un signo que no tiene tan sólo un significante y un significado. Es todo. Es sentir que el tiempo se detiene y que a la vez corre. Es querer pasar cada segundo aprovechando y viviendo, en vez de dejarse pasar por encima por la vida. Y no está sólo en las palabras, sino también en los gestos. Está en los abrazos, en los besos, en el sexo, en el intercambio de miradas cómplices, en los silencios. Está en los gritos, en las lágrimas, en la distancia. Está en todos lados porque la verdad es que cuando el amor está, nos llena. Corre desde la punta de los pies hasta la cabeza. Corre por las venas, fortalece los huesos, le da color a nuestra piel. 

Ayer me preguntaron si realmente creo en la existencia de "el amor de la vida." Para serles honesta, es algo que vengo pensando hace mucho. Creo que hay muchos amores durante una vida, y que todos se quedan con nosotros mucho tiempo después de haberse acabado. Pero sí, ilusamente creo en un amor puro y duradero. Lo que me planteo hoy es si ese amor de mi vida fue quien yo dije, o si es el amor mismo. 

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