Me acuerdo de él. Sí, de él: aquel que todos aparentemente olvidaron, mi hermanito. Me acuerdo de él y cómo nadie lo dió por muerto, excepto yo. Me acuerdo porque yo lo sentí morir, lo sufrí, pero eso capaz porque yo fui la única que lo sintió vivir. Todavía me acuerdo de él y me pregunto si alguien más lo hace.
Me acuerdo de vivir en un mundo de fantasía para evitar la realidad de mierda que vivía. Me acuerdo de encerrarme en mi habitación por horas, porque era más fácil que vivir afuera.
Me acuerdo de mi hermano rompiéndome en mil pedazos, dejándome, y de cuánto dolió.
Me acuerdo de la primera noche en la que él volvió borracho a casa, de cómo olía el whisky en su aliento, de sus insultos, de sus culpas, de cómo me hizo sentirme escoria. Me acuerdo cuántos años tenía y que no estaba sola, pero nadie me defendía. Y me acuerdo cómo esa no fue la última noche, sino que tan sólo la primera.
Me acuerdo de hacerme la dormida y de sentir su mano rozando mi brazo que salía por encima de la frazada y del miedo.
Me acuerdo del dolor causado por palabras dichas en el colegio: palabras que se sintieron como balas disparadas, apuntadas directamente a donde más duele.
Me acuerdo de perder a mis mejores amigas a tan temprana edad, y de cómo eso se repitió cuando más las necesitaba. Me acuerdo de los rumores que hicieron que eso pasara. Me acuerdo de las peleas y de los gritos, y del llanto y los cortes después. Me acuerdo de cómo mis gritos callados fueron ignorados.
Me acuerdo de esa mañana en la clase de inglés. Recuerdo cómo colapsé. Me acuerdo de mis planes de ir a esas reuniones, usando clases de guitarra como excusa, para poder sacarme el peso de una enfermedad que yo ni siquiera tenía de encima.
Me acuerdo de usar los buzos hasta en verano para cubrir los cortes, y de aquella noche en la que intenté tomar las pastillas. Me acuerdo de los dos viajes al hospital. Me acuerdo de la noche en la que rogaba desmayarme. Me acuerdo de cortarme frente a mi madre sin que ella lo notara. Me acuerdo de los gritos de mi padre amenazando con matarme. Me acuerdo de mis intentos de hacerme vomitar. Me acuerdo de los siete kilos perdidos en una semana y media. Me acuerdo de mis enfermedades. Me acuerdo de todo.
Me acuerdo de haberme perdido a mí misma, y de haberlo hecho en alguien que yo amaba. Me acuerdo de haber perdido a mi mejor amiga por celos pelotudos y sin sentido. Me acuerdo de las malas miradas. Me acuerdo de las noches llorando en Bariloche. Me acuerdo de aquella noche en Bariloche. Me acuerdo de lo que me contaron que pasó cuando yo no sabía que pasaba en Bariloche.
Me acuerdo de ella y de esa Navidad. Me acuerdo de enterarme leyendo las noticias en Internet y sentir cómo se me venía el mundo abajo. Me acuerdo de ese sentimiento de asfixia, como si las cuatro paredes de mi cuarto se me vinieran encima.
Me acuerdo de aquella noche en mi primer departamento con mi amigo y de salir a caminar y perderme en la vida porque volver dolía. Me acuerdo de los siete shots consecutivos demandados por mi ira.
Me acuerdo de volver a lo de mis padres y sentir cómo había perdido todo. Recuerdo estar tirada contra el marco de mi puerta con mi perro entre los brazos, llorando, rogando que nadie me escuchara mientras dormían, diciéndole que ya íbamos a tener nuestro hogar.
Me acuerdo de todos los secretos descubiertos en el peor momento. Me acuerdo de mirar para abajo estando parada en la cornisa, realmente contemplando poner el punto final. Me acuerdo de sus últimas palabras, de las mías. Me acuerdo de los gestos, de su mirada. Me acuerdo de las cuatro horas que tuvieron que pasar hablándome para convencerme de que volviera a bajar. Me acuerdo de cómo quede rota después de él. Me acuerdo de enterarme de los abortos, del intento de suicidio, de la muerte, de la corrupción dentro de mi familia.
Me acuerdo de la primera vez que cortamos. Y de la segunda. Y de la tercera. Y de la cuarta. Y de todas las otras últimas veces que hablamos. Me acuerdo de las últimas cosas que me dijo y cómo me perforaron. Recuerdo lo último que yo le dije. Me acuerdo de todo.
Me acuerdo de no recordar nombres, ni siquiera rostros. Me acuerdo de besos sin sentimiento, sexo vacío, noches sin sentido.
Me acuerdo de él, y de cómo lo lastimé.
Me acuerdo de estar encerrada en el baño de mis padres, pasando un cutter por mi espalda tras un ataque de pánico.
Me acuerdo de todas esas cosas y lo único que puedo decir es que, si bien me las acuerdo todas, de principio a fin, me puedo decir a mí misma que no voy a dejar que me empujen nunca más.
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